Bel Ami, por su parte, me enganchó de principio a fin. El profesor me lo vendió diciendo algo así como que era la historia de un señor, Georges Duroy, que llegaba de estar años con el ejército francés en Argelia y al volver a casa trepaba desde lo más bajo de la sociedad del París del siglo XIX hasta convertirse en un tipo respetado. Compré los tres libros en la tienda del barrio y me llamó la atención la simpleza de la portada del de Guy de Maupassant. También recuerdo que superaba por poco los cinco euros. No voy a destriparles nada de semejante novela. Solo les diré que la lean.
Tiempo después, escuché que estaba avanzada la grabación de la película que contaba la historia de Bel Ami. La protagonizaba Robert Pattinson, el chico que se llevaba a las mozas de calle con Crepúsculo. Tuve sensaciones encontradas. Por un lado, me ilusionaba ver cómo plasmaban en el cine la historia que cuenta esta novela y el ambiente de la capital francesa de la época; por otro lado, me aterraba la basura dirigida al público adolescente que podían rodar. No quería prejuzgar, pero, para mi desgracia, no me equivoqué: fue una mierda de peli. Qué manera de pasarse por el forro el libro para hacer semejante desbarajuste. Lo único bueno es que la pude ver de forma gratuita; lo malo es que nadie me devolverá ese tiempo perdido.
No sé si el señor Guy de Maupassant volverá de entre los muertos para ver esa lamentable adaptación cinematográfica que hicieron en 2012 de su libro, publicado en 1885. El pobre hombre seguro que esperaba que 127 años después podrían haber hecho algo más decente. La de proyectos que se podían haber llevado adelante con el dinero que costó aquella producción. ¡Ay, querido Guy de Maupassant!