Parece que ha pasado mucho desde que se aplaudía a las ocho y hacíamos cola para entrar al supermercado. Es por el verano, que cumple la función de simular que el tiempo transcurre a otro ritmo más pausado. Termina un curso y empieza otro y es un pequeño borrón y cuenta nueva en medio del año. La realidad es que eso sucedió hace solo un puñado de meses y hemos pasado de tomar todo tipo de precauciones como desinfectar la compra o dejar los zapatos en el felpudo a preguntarnos cuándo nos dejarán ir al fútbol. Es natural que miremos hacia adelante y actuar como si lo gordo hubiera pasado, aunque no son pocos los expertos que creen que las prisas estivales hicieron que la puerta del redil se abriera de manera demasiado brusca.
En marzo y abril tenía dos o tres grupos de WhatsApp en los que seguíamos el conteo de víctimas y contagios casi a tiempo real. Hacíamos un parón en nuestros quehaceres a mediodía para comentar los datos que publicaba el Ministerio de Sanidad. Huelga decir que ya no lo hacemos. A nivel personal, a veces necesito desconectar. Me pasa como en la época más caliente del procés, cuando despegué de Rabat una tarde de octubre sin saber si al aterrizar en Madrid Cataluña sería ya independiente. Tal saturación y bombardeo informativo me generaba malestar y tomé un poco de distancia.
Twitter para esto de la pandemia es terrible. Todos los usuarios de esta red social tenemos varias cuentas rondándonos que no dejan de comentar una cosa y la contraria según la semana. Lo normal es que lo hagan con poco ánimo constructivo y desde la atalaya del que, supuestamente, no tiene ideología y no se casa con nadie. Evidentemente, eso es una quimera: nadie es impermeable a las ideologías y todos no son iguales. Honestamente, me es indiferente que se crean por encima del bien y del mal. Ahora bien: lo realmente importante en esta vida es darse cuenta de cuando se está empezando a ser cansino.
Ahora que ya ha llegado el otoño, ese otoño temible en el que podía llegar una segunda ola que se ha adelantado, veo con inquietud lo que resta de año, pero creo que he aprendido a llevarlo más o menos.