Desde el primer minuto, el Real Madrid mostró su intención de forzar todo lo posible para que el encuentro se disputara. Tienen aplazado un partido anterior y no ven el momento de encajar otro nuevo aplazamiento en su apretada agenda. Todas las previsiones indicaban que el temporal remitiría a partir del martes, pero, pese a las indicaciones de los meteorólogos y de los técnicos del Ayuntamiento de Vigo, el club presidido por Florentino Pérez propuso tres opciones: que se reparara la cubierta dañada de víspera, jugar con la grada afectada cerrada al público o designar otro estadio cercano. En resumidas cuentas, apostaban por una arriesgada acción para los obreros o por perjudicar los intereses de la afición de Vigo con un cierre parcial o un desplazamiento inesperado (e insuficiente en lo que al aforo se refiere) para saciar los suyos propios.
Tienen la suerte de contar con un séquito de periodistas afines que se aprendieron al dedillo el ideario de la entidad merengue y no perdieron oportunidad televisiva o radiofónica de reproducirlo. He llegado a escuchar al presentador de un conocido noticiario deportivo nacional decir desde la capital que el domingo ya no había viento en Vigo y que se podía haber procedido con las reparaciones necesarias, algo que sencillamente es falso y que, además, se puede demostrar. A ninguno de estos gacetilleros los he visto preocupados por los miles de gallegos que estaban el lunes aún sin luz o por los que no han podido utilizar el transporte ferroviario por los daños que el temporal ha causado en las vías de la región. El fútbol primero, ya se sabe. Además, han desarrollado todos un inusitado interés por noticias del Faro de Vigo publicadas hace tres o cuatro años sobre obras necesarias en Balaídos que, según el Ayuntamiento de Vigo, ya se han realizado.
Lo peor es que nada de lo que hemos visto estos días es sorprendente. Vivimos en un país en el que, ante un temporal extremo, algunos telepredicadores se toman la licencia de insinuar que se podría haber enviado a obreros en pleno vendaval a arreglar la ya famosa cubierta para que un grande del fútbol patrio no tuviera que vivir un nuevo aplazamiento. Cada uno tiene sus prioridades. Por ver el vaso medio lleno entre tanta infamia, espero que esta polémica sirva para que las autoridades competentes revisen los estadios de fútbol en los que tanta gente se da cita todos los fines de semana.