Es la cuarta persona que se acerca en apenas 15 minutos con la misma duda. La verdad es que es comprensible, puesto que la señalización pertinente está pensada para una cola de cientos de personas y aquí pasamos ampliamente el millar. Para cuando llegas a la señal que divide las colas para cada pabellón de vacunación, puedes llevar un buen rato en la fila equivocada sin saberlo. En honor a la verdad, avanzamos bastante rápido para ser tantos. Por cierto: esta es la cola del pabellón 1 y este señor que pregunta ha perdido un rato en la fila que no debía.
Recuerdo que al lado de mi trabajo había una parcela vacía. Un día aparecieron unos operarios para asfaltarla. Fue la comidilla a la hora del café. Al día siguiente había un McDonald's con su zona para repartir pedidos a los coches y todo. Era un tipo de edificio que la empresa de hamburguesas debe tener mínimamente prefabricado y solo lo tienen que colocarlo. Mi primera impresión al llegar al Zendal ha sido la misma: como si de un día para otro lo hubieran colocado, uniendo piezas muy grandes que juntas forman una edificación sin personalidad. Me ha dado también la impresión de ser un decorado. Como si al final de la campaña de vacunación fueran a desmontarlo, igual que el plató de una serie de televisión.
—¿Estáis para el pabellón 3?—, pregunta otro señor que, por lo menos, es sexagenario. Viene a por la segunda dosis de AstraZeneca, pero antes tendrá que darse un paseo para llegar a su cola.
Por dentro, es un hospital que si te dicen que es una oficina de la Seguridad Social o de la Agencia Tributaria, te lo crees. Unos dibujos hechos por niños pretenden dar un poco de calor a una infraestructura fría y gris. Parecen atrezo, pero eso sería demasiado hasta para este gobierno regional, que ha decidió en plena pandemia que la Comunidad de Madrid necesitaba un nuevo hospital y no un refuerzo en los ya construidos.
El Zendal es el soldado Ryan de los centros sanitarios madrileños. Hay que salvarlo, o lo que es lo mismo: hay que llenarlo de contenido y justificar así de algún modo su construcción. Cuando un ciudadano de Madrid capital va a pedir cita para vacunarse, si quiere hacerlo en un lugar al que pueda llegar cómodamente en transporte público debe esperar una semana o diez días en el mejor de los casos (a no ser que quiera ir de madrugada al Wizink). En el Zendal, que es tan exageradamente grande y tiene metros y metros de espacio sin uso, hay citas al día siguiente. El ciudadano pone en una balanza las opciones y compensa ir hasta allí para lograr la inmunidad cuanto antes.
Son las nueve y media de la mañana de un miércoles laboral. Junto a mí, hacen cola bastantes muchachos con traje, camisas de vestir, mocasines…, son los típicos treintañeros que llenan a primera hora la línea 10 del metro para ir a trabajar en las multinacionales que tienen oficinas en la Castellana. Comentan la derrota de la selección española frente a Italia en la Eurocopa.
—¿Salís del pabellón 1?—. Le confirmo a una señora que sí, que salimos del pabellón 1 y que no, que la cola que está haciendo no le llevará al 3. Tras casi tres cuartos de hora caminando en fila de a uno, me he vacunado. Dentro de 21 días me pondrán la segunda dosis. Espero dar con mi pabellón sin problemas.