Yo soy de barrio, de esos en los que saludas al vendedor de prensa y al frutero por su nombre y saben quienes son tu padre, tu madre o tus hermanas. Chamberí está bien situado, pero pagábamos mucho por un piso repleto de deficiencias. En mi opinión, llegar a Arganzuela significó un respiro. El Zara nos quedaba ahora a tres paradas de metro, pero teníamos pequeños comercios a mano en los que podríamos ser, con el paso de los meses, parroquianos. Esta zona tiene lo bueno de no vivir en pleno centro estando a veinte minutos en transporte público de la Puerta del Sol.
El tiempo pasa volando y este verano cumplimos ya tres años aquí. Sin olvidar mis raíces (tú puedes dejar Donostia, pero Donostia no te deja a ti), reconozco que tengo cierto arraigo en el barrio. Por poner un par de ejemplos: el carné de conducir me lo saqué en la autoescuela de Manuel y Paloma y para Ramón y Encarna, los fruteros, somos de esos parroquianos a los que les fías si no llevan suelto en ese momento.
Con el final de la Semana Santa llegó la terrible noticia: al cumplir tres años en el piso, la empresa propietaria del edificio nos puede pegar el súper palo. Algo habíamos leído hace tiempo, pero es lo típico que vas dejándolo estar porque piensas que a ti no te puede pasar. Cuando nosotros llegamos, una empresa había comprado el edificio entero, lo estaba terminando de renovar y lo ponía entero en alquiler. La vecindad estaba compuesta por parejas jóvenes (algunas con bebés) y veteranos compañeros de escalera que llevan aquí toda la vida. El piso costaba 700 euros al mes, pero nos hicieron una pequeña rebaja por la molestia de las obras (la escalera parecía por aquel entonces zona de guerra). Nos han ido subiendo el IPC, pero ahora, en la renovación de los tres años, nos piden 850 euros mensuales.
Cuando pasa esto, que es totalmente legal, tienes dos opciones: o te vas a una zona aún más apartada del centro o te aprietas un poco el cinturón (si te quedan agujeros disponibles) y pagas el impuesto revolucionario. Hemos investigado y ese es el precio que tiene nuestra zona tan solo tres años después de llegar nosotros. No soy economista, pero creo que tiene cierto tufo a burbuja del alquiler. Los menores de 35-40 años, que muchos no compramos vivienda, estamos condenados a cambiar de casa cada tres años si no tenemos los ingresos suficientes para soportar este tipo de subidas. El arraigo del que antes hablaba termina convirtiéndose en una utopía. Nosotros no tenemos hijos, pero imagino que esta situación debe ser aún peor si los tienes por razones obvias (guardería, colegios, etc.). Por si fuera poco, el mercado está como está: piden hasta dos y tres meses de fianza, avales bancarios, pagos a inmobiliarias de una mensualidad si la gestión no es entre particulares... vamos, que muchos terminan pidiendo un pequeño crédito al banco para pagar todos estos gastos.
Mientras no exista voluntad real por parte de las instituciones que pueden regularlo, habrá empresas que sigan inflando esto hasta que explote. Nos dijeron que éramos los culpables de la burbuja inmobiliaria porque nos liábamos a comprar pisos. Que no teníamos cultura del alquiler como en los países nórdicos. Ahora que alquilamos, nos ponen la zancadilla. Aquí no hay quien viva, y no es por los vecinos, como ocurría en aquella serie de televisión.