Con los famosos audios de Ferreras se han juntado dos cuestiones: que mucha gente le tiene ganas a él y a su canal de televisión y que ha quedado a la vista la práctica más extendida hoy en día en los medios patrios. Sobre la primera de esas cuestiones no me voy a extender; allá cada uno con sus filias y fobias. A mí, personalmente, nunca me ha entusiasmado su formato, pero lo he consumido. Es dinámico y te soluciona una comida rápida en casa un día cualquiera de la semana.
Entremos en la segunda de las cuestiones. Uno de los medios que se ganan el pan con medias verdades y mentiras completas, que no son ni dos ni tres actualmente, lanza una noticia del todo estrambótica. Probablemente, si echamos un ojo a la hemeroteca de muchos de los tuiteros que hoy piden a sus seguidores apagar La Sexta, dieron por bueno el tema de la cuenta de Iglesias y se indignaron muchísimo. Los medios de comunicación lo dieron en masa porque lo de contrastar con tres fuentes diferentes no vende. Con esto me refiero a que, aunque estas semanas veas a muchos en tu entorno pidiendo periodismo del bueno, la realidad es que los medios están dando lo que la audiencia demanda: en vez de ir al fondo del asunto y ver si es verdad, enfrentan las dos versiones y retransmiten el careo. Es más rápido, más barato y, además, da más rédito.
Existe ese periodismo del bueno; tiene su espacio, e incluso es rentable (en España hay diversos ejemplos en diferentes campos: investigación, actualidad internacional, etc.), pero lo que más repercusión tiene es el careo entre el afectado, que jura que es mentira la noticia, y el emisor, que se reafirma. Y ahí termina la cosa: cortinilla, publicidad y a otra exclusiva o jornada histórica. Qué quiero decir con todo esto: que no es delito demandar y consumir ese tipo de periodismo (que creo que casi todos lo hacemos en algún momento); pero, cuando nos demuestran con toda crudeza cómo funciona el tema, no podemos rasgarnos las vestiduras y hacernos los sorprendidos.
Voy terminando. Sí, lo de Ferreras es una práctica terrible y, por mucha intensidad que utilice para defenderse, no debió dar, bajo ningún concepto, aquella patraña. Ni él ni los demás. Ahora bien: vamos a ahorrarnos hipérboles y aspavientos y pensemos honestamente en qué periodismo estamos consumiendo y qué periodismo queremos. Una cosa más: ¿por cuánto periodismo del bueno has pagado en los últimos años? Aunque sea comprar unas revistas, algún periódico o pagar una pequeña suscripción anual. Exclusiva: rara vez es gratis y no se mantiene con visibilidad. Que no pasa nada si no lo hemos hecho, pero luego no me parece procedente hacernos los sorprendidos cuando salen a la luz las vergüenzas de lo que sí consumimos en masa.