El fallo concluye que Portu y Sarasola sufrieron un trato inhumano y degradante por parte de la Benemérita, que debe considerarse malos tratos (no tortura). La sentencia recoge, además, que se violó el artículo 3 de la Convención Europea de Derechos Humanos. Es la primera vez que España es condenada por malos tratos, pero ya tiene un largo historial de condenas por no investigar las denuncias por torturas.
Como ser humano, empatizo con las dos víctimas que fallecieron en el aeródromo madrileño hace casi doce años. Con todas las demás también, faltaría más. Del mismo modo, rechazo firmemente las torturas. Me da igual quién las padezca y qué haya hecho. Ni el más sanguinario miembro de ETA ni uno de los terroristas del 11-M merecen ser torturados. Es simple, pero parece que es una idea que no termina de cuajar. Probablemente, con torturas se consiga más información cuando se captura a terroristas, pero el fin no justifica los medios. A mí me genera la mayor de las repulsas el etarra que asesina, pero maltratar a personas que están presas es rebajarse a su nivel.
Como periodista, siento vergüenza al ver portadas como la que publicó ABC al día siguiente de la sentencia de Estrasburgo. Este rotativo de derechas señalaba en su portada a los miembros del tribunal (con nombre, apellidos, fotografía y país de origen), y deslizaban una acusación velada al ejecutivo presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, que propuso a uno de los magistrados: Luis López Guerra. No se puede ser mucho más miserable. Dejamos mucho que desear como sociedad.