El primer pocito de mierda en el que se metió el actor fue al darle un sopapo a Chris Rock. Sí, la broma del humorista sobre su mujer fue muy desafortunada. Meterse con el físico de otra persona está ya bastante trasnochado; pero hacerlo cuando la protagonista involuntaria de la mofa ha expuesto públicamente que el problema físico le está generando quebraderos de cabeza, la torpeza es descomunal. El tema de Will Smith saliendo a defender a su mujer también está bastante trasnochado, más aún cuando le pillan riéndose del chiste segundos antes del cometer la agresión.
Dicho esto, lo más importante: nada justifica la violencia, que es lo que hizo Will Smith tras, 10 minutos después del guantazo, recoger la estatuilla: justificarse. Segundo pocito de mierda en el que se metió. Lejos de disculparse con todas sus letras, ni citó al agredido (que no denunció) y terminó con un chascarrillo sobre si la Academia volverá a invitarlo a la gala. En el momento más surrealista del discurso, señaló que a veces estas cosas se hacen por amor. Me pinchan y no sangro. Por otro lado, tal vez la Academia también debió evitar que el actor, tras su agresión, tuviera ese micrófono a su disposición durante minutos.
Después de la gala, aconsejado probablemente por su peor enemigo, Will Smith se fue de fiesta y no le importó que lo grabaran en actitud animada. El tercer pocito de mierda en el que se metió. La contradicción es superlativa: de las lágrimas y el arrepentimiento al fiestón en cuestión de horas.
En tiempos como los actuales, en los que se analizan estos hechos como si de estudios sobre La última cena o la Capilla Sixtina se tratase, Will Smith tiene un problema gordo de reputación.