La pieza audiovisual, en cuya producción ha colaborado el culé Gerard Piqué, estaba cuidada en lo visual y era algo frívola en lo que al contenido se refiere. Tampoco esperaba otra cosa, ya que no es más que la vida de un veinteañero con mucho dinero y gran fama. Dicho esto, he de reconocer que me quedé enganchado. Soy aficionado al fútbol, pero no me va la vida en ello. Ahora bien, estaba tan bien hecho que quería saber cómo terminaba la historia.
En el momento en el que el francés contaba que se queda en el equipo madrileño, estallaron las redes sociales. Los medios deportivos se apresuraron a redactar crónicas aceleradas en sus versiones digitales. Ni los diarios de información general se resistieron a hacerse eco. Vamos, un bombazo en toda regla. A los pocos minutos, empezaron a pronunciarse los periodistas del sector. Había opiniones encontradas y, en general, poca autocrítica para entender cómo hemos llegado a este punto.
Se pasan meses asegurando que se iba al Barcelona y todo lo contrario, metiendo cizaña y haciendo noticia del chascarrillo de bar y cuando un futbolista decide pasar de todos los medios deportivos y se monta su show para decir dónde jugará el año que viene, se indignan. Yo, si trabajara en ese sector, estaría preocupado. Una de las estrellas de La Liga ha abierto un camino nuevo y los agitadores de tertulia nocturna pasan a ser actores secundarios. Él decide cuándo y cómo da sus noticias, y ha podido sacar posiblemente rédito económico. Hasta cierto punto, se lo merecen. Tienen dos opciones: o se reciclan o desaparecen.