El pasado sábado por la mañana, el futbolista José Antonio Reyes, con una extensa carrera en Sevilla, Real Madrid, Atlético, Arsenal o Benfica, falleció víctima de un accidente de tráfico. Según ha confirmado el director de la Dirección General de Tráfico, superaba el límite de velocidad establecido para la vía por la que circulaba. También murió uno de sus primos en el accidente y otro, que pudo salir del coche sano y salvo, ha sufrido graves quemaduras al intentar salvar a los dos fallecidos.
Entiendo el dolor de la familia y los amigos, como no podía ser de otra manera, pero me parece imperdonable que se le esté dando a Reyes trato de héroe. En su oficio era muy bueno, pero eso no quita que por su imprudencia haya muerto un familiar y otro esté grave. A nadie se le escapa que podría haber sido peor si hubiera colisionado con algún otro coche. Existe una tolerancia enfermiza con los futbolistas. Lo habíamos visto con los defraudadores a Hacienda y ahora con los imprudentes al volante.
El exfutbolista Santiago Cañizares fue el primer personaje público en alzar la voz para poner el acento en lo peligroso que es exceder los límites de velocidad. No le faltaba razón, pero tuvo que sufrir todo tipo de improperios en las redes sociales. Está claro que queda mucho trabajo por hacer en lo que a la seguridad vial se refiere. Aún queda mucho bobo a bordo.