Tal vez el colmo del despropósito dentro de las filas del PP lo protagonizaron Cristina Cifuentes e Isabel García Tejerina. Tanto la presidenta de la Comunidad de Madrid como la ministra de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente animaban a hacer una huelga a la japonesa para que las mujeres demostrasen su valía. No hace falta explicar que, por ejemplo, proponer a camareras, limpiadoras, administrativas, oficinistas o conductoras que trabajen más como método de protesta es reírse de ellas a la cara. En este punto, me gustaría recordar que la ley de igualdad se aprobó con la abstención de los populares. No fueron capaces de apoyarla en su momento y años después siguen lejos de ser la vanguardia en estos temas. Ciudadanos, como buenos aprendices, apuntan maneras.
A otro nivel menos escandaloso, CCOO y UGT también han quedado algo retratados. Los dos sindicatos mayoritarios en España llamaron a realizar paros de dos horas por turno. Esta propuesta, a todas luces insuficiente, la hicieron semanas antes del 8 de marzo. El tiempo ha demostrado que era una forma de cumplir con el trámite y no implicarse demasiado, por si terminaba siendo un día de reivindicación sin mucho éxito.
En lo que se refiere a mi gremio, el periodismo, tengo que decir que estoy especialmente orgulloso de mis compañeras. Era importante que se pusieran a la cabeza y que quedase patente el hueco que dejan libre si no van a trabajar. Estuvieron a la altura y su ausencia se notó mucho en radio, prensa y televisión. A última hora, la ola feminista se llevó por delante a Ana Rosa Quintana y Susanna Griso, y ninguna de las dos hizo su programa (en el caso de Telecinco, ni si quiera lo emitieron). No sé si lo hicieron por no quedar mal o realmente entendieron que lo que se ponía sobre la mesa, lejos de ser algo ideológico, eran reivindicaciones de todas las mujeres del mundo sin excepción.
Me gustaría terminar relatando lo que contó la semana pasada una compañera en el trabajo. Gracias a la huelga del 8 de marzo, se había dado cuenta de que si ella no iba a trabajar, no colaboraba en las labores del hogar y no cuidaba de su hijo, afectaba hasta en la obra que dirigía su marido aquella semana a más de 500 kilómetros de distancia. Es evidente que sin ellas no vamos a ninguna parte, y tenemos millones de ejemplos en nuestro entorno. ¿Es tan difícil de entender que quieran ser iguales a nosotros y que quieran vivir libres y seguras? Felicidades por el éxito y la repercusión, chicas. Espero que esto solo sea el principio.