Es innegable que existe un cambio de mentalidad. Hace quince años, el feminismo tenía connotaciones negativas. Gran parte de la sociedad no se sentía abiertamente feminista porque estaba muy extendido que era lo contrario a ser machista. Mi admiración y reconocimiento a aquellas mujeres que, contra viento y marea, trabajaron para crear conciencia. Dicho esto, muchos sectores del centro y de la derecha española aún no se sienten cómodos con este movimiento encabezado por mujeres y aún quedan varios ochos de marzo para que el feminismo social llegue a todos los rincones.
Vivimos tiempos extraños. Sectores que ponen en duda las leyes de protección para víctimas de la violencia machista o que apuestan por volver al pasado en asuntos como el aborto están haciendo mucho ruido. Creo que no es momento para caer en el pesimismo. Confío en que sea algo pasajero y que, con el paso del tiempo, sea minoritario. Francamente, prefiero mirar al futuro con esperanza. Todos los jóvenes que salieron a las calles este 15 de marzo para pedir que se luche contra el cambio climático o esas niñas que iban el 8 de marzo en el metro vestidas de morado y con la cara pintada a la marcha feminista me dan motivos.