El problema de la vivienda en España es de primer orden y una rareza en comparación con los países del entorno. Cualquiera de los que vivimos de alquiler lo hemos padecido. Mi pareja y yo vimos como el casero de nuestro piso quiso cobrarnos 200 euros más tres años después de comenzar el arrendamiento de este (y no, no vivíamos en un contexto de inflación disparada).
El problema de la vivienda nos embarra en un trajín sin fin de mudanzas, nos priva de calma y nos niega el arraigo, el conocer a los vecinos y el confraternizar con los comerciantes del barrio. El problema de la vivienda nos obliga a estar en tensión porque permiten especular con un bien de primera necesidad.
El problema de la vivienda es un asunto indecente, un asunto que nos hace peores como sociedad. Ojalá deje de ser un problema, pero, al corto y medio plazo, no tengo grandes esperanzas.