Desde que suena el primer ring, ya sé que es una llamada comercial. En casa tenemos fijo porque te lo ponen con el internet. No se lo hemos dado a nadie y funcionamos con los móviles. De crío, me sabía de memoria una decena de teléfonos de las casas de mis compañeros de clase. Ahora, al no tener que marcarlos, casi no me sé ningún móvil.
Cuando llegué a Madrid, compaginé el final de mis estudios de posgrado con el trabajo de teleoperador. Siempre digo que es uno de los curros más desagradecidos que he tenido. He disfrutado más poniendo copas en la barra de un festival de música, que estaba a la intemperie, un día que llovía a cántaros. Me acuerdo que le tuve que pedir a mi padre que me trajera un jersey para el frío. Benditos padres.
Las ofertas de teleoperador están en la misma categoría que las de periodismo en páginas web como Infojobs, pero no tienen nada que ver. Recuerdo que entrábamos a las diez de la mañana y salíamos a las dos de la tarde. Había otro turno de seis horas por la tarde y no había opción de jornada completa. Si hacíamos todo el mes, cobrábamos algo menos de 400 euros. Para ir al baño, teníamos que pulsar un botón del programa informático que utilizábamos para nuestra tarea que ponía en marcha un cronómetro. Sí, tenían calculado cuánto estábamos en el servicio, hasta el último segundo. El descanso, de diez minutos, también se cronometraba con el mismo sistema.
Los teleoperadores no llamábamos, ya que las llamadas saltaban una tras otra de manera automática. A veces, alguien colgaba mal el teléfono y lo utilizábamos para respirar medio minuto sin tener que dar parte al santo cronómetro. Evidentemente, todos los contratos eran por obra o servicio. Ibas a trabajar sin saber si era tu último día. El trabajo en sí es bastante desagradable. Sales con la cabeza como un bombo y te pagan una basura. Ahora bien, soy consciente que los hay mucho peores en todos los sentidos.
He estado a ambos lados de la trinchera y sé que molesta que te llamen a casa, pero mucho peor es cuando eres el teleoperador y alguien te habla mal o te insulta. Por lo general, toda la gente que conocí en aquel curro era legal y educada. Piénsalo cuando te llamen.