Habíamos empezado el curso hacía poco y todavía no teníamos clase por la tarde. Cogí el bus urbano para ir a casa a comer con un tal Cachafeiro que vivía en el barrio de Egia, igual que un servidor. Si no recuerdo mal, su padre tenía una empresa de productos lácteos. Llegué a casa y me puse a comer. Cuando estaba terminando, entró en la cocina mi hermana Shandra diciendo que habían quitado Al salir de clase por no sé qué de unas torres en Nueva York.
Fui al salón con paso ligero junto a mi madre y Ainhoa, mi otra hermana, y ahí estaba en la tele Àngels Barceló, supongo que flipando tanto como los que estábamos al otro lado de la pantalla, contando que un avión, helicóptero o avioneta, no sabían muy bien, había impactado contra una de las Torres Gemelas. Muchos chiquillos conocimos aquellas dos moles idénticas el día en el que se vinieron abajo.
La víspera, el domingo 10, habíamos llevado a mi padre a Roncesvalles porque ese lunes empezaba el Camino de Santiago. Si mi memoria no falla, su plan era llegar a la capital gallega en 27 días. Disfrutaba de su prejubilación cumpliendo con una promesa que venía de lejos. Nos llamó o le llamamos, no recuerdo bien, y compartimos frases aceleradas. Aquel atentado había eclipsado su primera jornada de caminata.
Nos contó que, tras la ducha, se había ido a un bar a comer junto a sus nuevos amigos. Vieron en la tele unas torres ardiendo y pensaron que era una película (¡es que parecía una película!). Al entrar al comedor, se dieron cuenta de que las imágenes eran las mismas en otra tele del bar que estaba sintonizando un canal distinto. Un mexicano con el que compartía albergue vivía cerca de la zona afectada y no conseguía contactar con su familia. Finalmente, fueron sus parientes los que llamaron al albergue para confirmar que estaban bien y los dueños del hospedaje le dejaron una nota avisándolo.
En Donosti, hacía sol y la temperatura era calurosa, así que había quedado con mis amigos para ir a pasar la tarde a la playa de la Zurriola. Todos fuimos llegando a la cita un par de horas tarde porque nos habíamos quedado pegados al sofá viendo aquella tragedia. Por edad, no éramos muy conscientes de las consecuencias que iba a tener. De la noche a la mañana, ubicamos Afganistán en el mapa y conocimos a un tal Bin Laden que no dejaba de salir en los medios como autor intelectual de la masacre.
Para los de mi generación, fue nuestro primer 23-F, nuestro primer «dónde estabas». Dos décadas después sigue pareciéndome un poco irreal.