La fama que arrastra el supuesto bigote de las portuguesas —tan conocida desde siempre— se alió con la reciente máxima de: “Es que las portuguesas no son muy agraciadas físicamente”, que por supuesto acabo de maquillar eufemísticamente y que ni siquiera recuerdo de quién llegó a mis oídos, amén de que vino acompañada de un: “Pero los portugueses son muy bonitos”. Así que recién llegada a Lisboa no podía dejar de buscar a chicas feotas con bigote y a chicos bonitos cual bebés. Y me puse a investigar, porque a mí eso de los clichés me gusta comprobarlo por mí misma, no vaya a ser que sean ciertos. La cuestión es que tras mucho investigar (mentira) he llegado a la conclusión de que los lusitanos hacen suyo aquello que les interesa, si bien hacen oídos sordos a lo que no, y resulta que no son para nada tontos. ¿Un ejemplo? De nuestra querida Europa han cogido lo mejor: los horarios de las comidas y el trabajo, por lo que en Portugal se sale de trabajar a una decente, además de que se hace la digestión como debe ser antes de ir a dormir. O el inglés, que lo aprenden a la perfección como segunda lengua por eso de que no doblan los programas de la tele o las películas. Ahora, eso sí, no desechan ni por asomo algunas de las cosas buenas del sur: se bebe en la calle (que prohibido claro que está) y disfrutan del casi constante buen tiempo.
Pero no crean que me he olvidado del bigote de las portuguesas. Solo quería hacer el anterior apunte antes para encaminar el tema principal: ¿las portuguesas son feas? (véase que ya no hay eufemismo que valga). La respuesta, el quid de la cuestión, me llegó no hace mucho tiempo cuando me hablaron del estilo arquitectónico típico de aquí: el estilo chão. La idea es simple: poco recargamiento por fuera, digamos que hasta austeridad, de lo más sencillo y casi inadvertido (pasear por Lisboa y no darte cuenta de que estás ante una iglesia es fácil), porque lo esencial, donde se ha trabajado con ahínco, está dentro. ¿Y qué tiene que ver esto con el físico de las portuguesas? Pues que funciona igual, que son sencillas por fuera, y que por ello no tienen problemas en obviar un entrecejo abundante y en ahorrar en cera para el bigote. Que no son tan peripuestas como las españolas, tan de lápiz rojo en los labios, como bien nos tipifica el país vecino, tildándonos no pocas veces de “sueltas” (aunque esto viene de lejos y ya es otro asunto). Los chicos, en cambio, y siempre bendecidos por esta sociedad tan machista que aún arrastramos, son lindos por esa simpleza, por ir siempre tan bien lavados de cara. Así que, el pueblo portugués, tan considerado el culo de Europa y tan despreciado —o más bien obviado— por el español, le da importancia a lo que importa (valga la redundancia), a lo de dentro, a lo que no se ve a simple vista, y buena cuenta de ello he dado en otros textos al hablar de la ciudad de Lisboa. Y amén de ello.
PD: que nadie se me vaya a ofender ni piense que el bigote clama en el labio superior de cada portuguesa, que los tiempos han cambiado y Youtube e Instagram nos enseñan a todos cómo lucir un maravilloso make-up.
Pero no crean que me he olvidado del bigote de las portuguesas. Solo quería hacer el anterior apunte antes para encaminar el tema principal: ¿las portuguesas son feas? (véase que ya no hay eufemismo que valga). La respuesta, el quid de la cuestión, me llegó no hace mucho tiempo cuando me hablaron del estilo arquitectónico típico de aquí: el estilo chão. La idea es simple: poco recargamiento por fuera, digamos que hasta austeridad, de lo más sencillo y casi inadvertido (pasear por Lisboa y no darte cuenta de que estás ante una iglesia es fácil), porque lo esencial, donde se ha trabajado con ahínco, está dentro. ¿Y qué tiene que ver esto con el físico de las portuguesas? Pues que funciona igual, que son sencillas por fuera, y que por ello no tienen problemas en obviar un entrecejo abundante y en ahorrar en cera para el bigote. Que no son tan peripuestas como las españolas, tan de lápiz rojo en los labios, como bien nos tipifica el país vecino, tildándonos no pocas veces de “sueltas” (aunque esto viene de lejos y ya es otro asunto). Los chicos, en cambio, y siempre bendecidos por esta sociedad tan machista que aún arrastramos, son lindos por esa simpleza, por ir siempre tan bien lavados de cara. Así que, el pueblo portugués, tan considerado el culo de Europa y tan despreciado —o más bien obviado— por el español, le da importancia a lo que importa (valga la redundancia), a lo de dentro, a lo que no se ve a simple vista, y buena cuenta de ello he dado en otros textos al hablar de la ciudad de Lisboa. Y amén de ello.
PD: que nadie se me vaya a ofender ni piense que el bigote clama en el labio superior de cada portuguesa, que los tiempos han cambiado y Youtube e Instagram nos enseñan a todos cómo lucir un maravilloso make-up.
Fotografía de Rocío Cebrero