Ucrania, ese oscuro objeto de deseo
Por Camilo Perdomo. Artículo publicado en el número 2 (mayo 2014).
Al igual que espectadores de una partida de Risk (juego de mesa, cuyo objetivo es apoderarse de la mayor cantidad de territorios en un mapamundi), jugada tras jugada asistimos a las demostraciones de fuerza y los movimientos de fronteras realizados en Ucrania por occidente (UE y EE.UU.) y Rusia. Si durante los primeros lances de la partida las protagonistas eran las imágenes de manifestantes ucranianos luchando a favor de la democracia y en contra del régimen corrupto de Víktor Yanukóvich, poco a poco, los siguientes movimientos nos mostraban los hilos que manejaban ese cambio de gobierno pacifico en Ucrania.
El cambio en Ucrania significaba, según nos anunciaban las cabeceras de prensa, la defensa de los valores democráticos y un acercamiento a la Unión Europea, al occidente moderno y el abandono de los brazos de la anticuada Rusia. Pero lejos de este mundo ideal, comenzaron a verse las costuras de la estrategia de occidente y los posibles intereses que existen para lograr la dominación de Ucrania: el apoyo a un gobierno del ultranacionalista partido Svoboda por parte de la comunidad internacional y la supuesta financiación económica por parte de EE.UU. y UE de dicha oposición, la entrada de supuestos mercenarios en el país para causar el caos durante las protestas, supuestos acuerdos de Cargill y Monsanto con el nuevo gobierno para establecerse sobre las tierras más fértiles de Europa o los posibles acuerdos entre Chevron y el nuevo gobierno para la explotación del gas esquisto en el este del país.
Por su parte, Rusia también jugaba sus cartas y decidía cobrarle a Ucrania las ingentes deudas contraídas durante años por el consumo de gas, mover sus fichas interiores y promover el nacionalismo ruso dentro de los territorios más productivos del este del país. La primera en caer fue Crimea, pero a día de hoy es incierta la situación de regiones como Donetsk o Slaviansk. Una situación que, lejos de las reacciones deseadas por occidente, ha desatado un sentimiento proruso en toda la región, como el caso de Transnistria en Moldavia.
No todo lo que brilla es oro y la realidad suele ser menos halagüeña y sí mucho más cercana al catastrofismo. No son pocos los que proclaman a día de hoy la entrada en una nueva era de la geopolítica internacional o la posible confrontación bélica entre oriente y occidente. Una situación que no deja a nadie indiferente. Tanto así, que este tema se coló en mis conversaciones cotidianas y topé por casualidad con diversas hipótesis, posturas o alineamiento que me causaron inquietud. He aquí parte del panorama que se nos presenta.
Los defensores de la teoría del pick petrolero argumentan que los países llamados BRIC (Brasil, China, Rusia y la India) serían los competidores directos de la UE y EE.UU., debido a que sus complejos industriales, al igual que los nuestros, requieren cada vez más del oro negro para continuar con su ascenso económico. En consecuencia, occidente, para contrarrestar su declive económico, pretende controlar las reservas del combustible a nivel global y, de paso, las economías de los países emergentes.
Los tambores de guerra, entonces, estarían sonando sin cesar desde el este, ya que los defensores de la teoría de la escasez de recursos, no sin fundamentos, esgrimen que las sucesivas guerras y revoluciones que hemos visto en los últimos años no son más que el reflejo de una crisis energética a nivel global, que el petróleo, antes barato y abundante, se termina y que la única manera de seguir en el juego global es apoderándose antes que tu competidor de los yacimientos de crudo existentes en el planeta. Prueba de ello serían las guerras en Iraq, Afganistán, los sucesivos conflictos con Irán, las llamadas revoluciones árabes y las guerras africanas de este último cuarto de siglo.
Por otro lado, entra en juego la crisis de deuda que viven los países occidentales, ya que durante años, tanto EE.UU. como la UE, han estado financiándose a través de la deuda y la especulación financiera, reduciendo su industria a su mínima expresión y trasladando los centros de producción a los países emergentes. Una deuda, comprada en su gran mayoría por los países BRIC, en especial China, y que es impagable según algunos economistas. En consecuencia, la única salida al posible impago de la deuda occidental estaría en una posible guerra que pusiera en funcionamiento de nuevo su industria, impulsara sus economías y, que de paso, acabara con sus acreedores externos y competidores económicos en el este.
El cambio en Ucrania significaba, según nos anunciaban las cabeceras de prensa, la defensa de los valores democráticos y un acercamiento a la Unión Europea, al occidente moderno y el abandono de los brazos de la anticuada Rusia. Pero lejos de este mundo ideal, comenzaron a verse las costuras de la estrategia de occidente y los posibles intereses que existen para lograr la dominación de Ucrania: el apoyo a un gobierno del ultranacionalista partido Svoboda por parte de la comunidad internacional y la supuesta financiación económica por parte de EE.UU. y UE de dicha oposición, la entrada de supuestos mercenarios en el país para causar el caos durante las protestas, supuestos acuerdos de Cargill y Monsanto con el nuevo gobierno para establecerse sobre las tierras más fértiles de Europa o los posibles acuerdos entre Chevron y el nuevo gobierno para la explotación del gas esquisto en el este del país.
Por su parte, Rusia también jugaba sus cartas y decidía cobrarle a Ucrania las ingentes deudas contraídas durante años por el consumo de gas, mover sus fichas interiores y promover el nacionalismo ruso dentro de los territorios más productivos del este del país. La primera en caer fue Crimea, pero a día de hoy es incierta la situación de regiones como Donetsk o Slaviansk. Una situación que, lejos de las reacciones deseadas por occidente, ha desatado un sentimiento proruso en toda la región, como el caso de Transnistria en Moldavia.
No todo lo que brilla es oro y la realidad suele ser menos halagüeña y sí mucho más cercana al catastrofismo. No son pocos los que proclaman a día de hoy la entrada en una nueva era de la geopolítica internacional o la posible confrontación bélica entre oriente y occidente. Una situación que no deja a nadie indiferente. Tanto así, que este tema se coló en mis conversaciones cotidianas y topé por casualidad con diversas hipótesis, posturas o alineamiento que me causaron inquietud. He aquí parte del panorama que se nos presenta.
Los defensores de la teoría del pick petrolero argumentan que los países llamados BRIC (Brasil, China, Rusia y la India) serían los competidores directos de la UE y EE.UU., debido a que sus complejos industriales, al igual que los nuestros, requieren cada vez más del oro negro para continuar con su ascenso económico. En consecuencia, occidente, para contrarrestar su declive económico, pretende controlar las reservas del combustible a nivel global y, de paso, las economías de los países emergentes.
Los tambores de guerra, entonces, estarían sonando sin cesar desde el este, ya que los defensores de la teoría de la escasez de recursos, no sin fundamentos, esgrimen que las sucesivas guerras y revoluciones que hemos visto en los últimos años no son más que el reflejo de una crisis energética a nivel global, que el petróleo, antes barato y abundante, se termina y que la única manera de seguir en el juego global es apoderándose antes que tu competidor de los yacimientos de crudo existentes en el planeta. Prueba de ello serían las guerras en Iraq, Afganistán, los sucesivos conflictos con Irán, las llamadas revoluciones árabes y las guerras africanas de este último cuarto de siglo.
Por otro lado, entra en juego la crisis de deuda que viven los países occidentales, ya que durante años, tanto EE.UU. como la UE, han estado financiándose a través de la deuda y la especulación financiera, reduciendo su industria a su mínima expresión y trasladando los centros de producción a los países emergentes. Una deuda, comprada en su gran mayoría por los países BRIC, en especial China, y que es impagable según algunos economistas. En consecuencia, la única salida al posible impago de la deuda occidental estaría en una posible guerra que pusiera en funcionamiento de nuevo su industria, impulsara sus economías y, que de paso, acabara con sus acreedores externos y competidores económicos en el este.
“No es casual que el conflicto en Ucrania haya comenzado a raíz de un posible acuerdo comercial con la UE, ya que la expansión del mercado europeo hacia las exrepúblicas
soviéticas viene gestándose desde hace años”
Además, estarían en juego los tratados económicos firmados con nuevos estados clientes para asegurar la compra de productos de las multinacionales de uno y otro bando, así como el suministro de mano de obra barata para la producción de los mismos. No es casual que el conflicto en Ucrania haya comenzado a raíz de un posible acuerdo comercial con la UE, ya que la expansión del mercado europeo hacia las exrepúblicas soviéticas viene gestándose desde hace años, así como el constante incumplimiento de los acuerdos firmados después de la caída del muro de Berlin respecto a las fronteras militares, llegando, con la implantación del escudo antimisiles, hasta las puertas de la Federación rusa.
¿Pero qué tiene que ver esto con Ucrania? Muy simple, un freno a Rusia en sus planes económicos expansionistas en su órbita natural, ya que la pertenencia de Ucrania a la Comunidad de Estados Independientes, una unión económica que gira en torno a la Federación Rusa y que aglutinaba a diez de las quince repúblicas exsoviéticas, y su posible incorporación de facto a la Comunidad Económica Euroasiática era una realidad , y con la creación de este nuevo gobierno proeuropeo en Ucrania se da un golpe en el corazón de esta organización económica. De paso, con la instauración de un gobierno tan conservador, el cierre del mar negro a las tropas rusas se consolidaría y, ante una posible confrontación directa por los recursos en Irán y Siria, occidente no tendría opositor.
Pero la consolidación de un conflicto para algunos está más lejos que nunca. Para nadie es un secreto que el 25% de la energía que consume Europa proviene de Rusia y, en consecuencia, un parón del suministro, más en plena crisis, implicaría un colapso en la industria del continente. Una locura si tenemos en cuenta las implicaciones que tendría, sobre todo, para el motor de la UE: Alemania.
De momento, Estados Unidos y la UE sólo han hecho amagos de aislar a la Federación rusa, suspendiendo la cooperación militar y congelando los activos bancarios de los responsables rusos y ucranianos de la represión en Ucrania, así como la restricción de sus visados. Todavía están lejos las sanciones comerciales, las posibles restricciones de flujo de capital o las posibles restricciones de exportación de armamento a otros países que provienen desde la Federación Rusa.
Por último, es improbable que se produzca una confrontación directa entre occidente y oriente. Por un lado, todos somos conscientes de la crisis económica que vive occidente; guerra es igual a dinero y, pese a los llamados a parar los pies de Putin de algunos exaltados, las arcas están vacías para poner en funcionamiento el complejo industrial militar. Además, las implicaciones de una guerra a gran escala tendrían como resultado un holocausto nuclear y la desaparición de gran parte de la humanidad. De eso son conscientes hasta los más extremos en cada uno de los bandos, por eso el conflicto afecta sólo a terceros países y no se traslada al centro de las grandes potencias.
Así pues, la conformación de los llamados dos bloques convendría, al igual que en la guerra fría, a las grandes potencias, como argumentaba el politólogo Peter Tylor, y no a la comunidad global. A los países del bloque de los BRIC no les convendría un juego de dos y, más bien, sí un juego, como se viene configurando en los últimos años, a más de cinco bandas. En definitiva, Ucrania es sólo una parte de ese tablero global y la partida continuará, pero no con dos jugadores, sino con más de cinco, como en el Risk.
¿Pero qué tiene que ver esto con Ucrania? Muy simple, un freno a Rusia en sus planes económicos expansionistas en su órbita natural, ya que la pertenencia de Ucrania a la Comunidad de Estados Independientes, una unión económica que gira en torno a la Federación Rusa y que aglutinaba a diez de las quince repúblicas exsoviéticas, y su posible incorporación de facto a la Comunidad Económica Euroasiática era una realidad , y con la creación de este nuevo gobierno proeuropeo en Ucrania se da un golpe en el corazón de esta organización económica. De paso, con la instauración de un gobierno tan conservador, el cierre del mar negro a las tropas rusas se consolidaría y, ante una posible confrontación directa por los recursos en Irán y Siria, occidente no tendría opositor.
Pero la consolidación de un conflicto para algunos está más lejos que nunca. Para nadie es un secreto que el 25% de la energía que consume Europa proviene de Rusia y, en consecuencia, un parón del suministro, más en plena crisis, implicaría un colapso en la industria del continente. Una locura si tenemos en cuenta las implicaciones que tendría, sobre todo, para el motor de la UE: Alemania.
De momento, Estados Unidos y la UE sólo han hecho amagos de aislar a la Federación rusa, suspendiendo la cooperación militar y congelando los activos bancarios de los responsables rusos y ucranianos de la represión en Ucrania, así como la restricción de sus visados. Todavía están lejos las sanciones comerciales, las posibles restricciones de flujo de capital o las posibles restricciones de exportación de armamento a otros países que provienen desde la Federación Rusa.
Por último, es improbable que se produzca una confrontación directa entre occidente y oriente. Por un lado, todos somos conscientes de la crisis económica que vive occidente; guerra es igual a dinero y, pese a los llamados a parar los pies de Putin de algunos exaltados, las arcas están vacías para poner en funcionamiento el complejo industrial militar. Además, las implicaciones de una guerra a gran escala tendrían como resultado un holocausto nuclear y la desaparición de gran parte de la humanidad. De eso son conscientes hasta los más extremos en cada uno de los bandos, por eso el conflicto afecta sólo a terceros países y no se traslada al centro de las grandes potencias.
Así pues, la conformación de los llamados dos bloques convendría, al igual que en la guerra fría, a las grandes potencias, como argumentaba el politólogo Peter Tylor, y no a la comunidad global. A los países del bloque de los BRIC no les convendría un juego de dos y, más bien, sí un juego, como se viene configurando en los últimos años, a más de cinco bandas. En definitiva, Ucrania es sólo una parte de ese tablero global y la partida continuará, pero no con dos jugadores, sino con más de cinco, como en el Risk.