TTIP: El monstruo económico más grande del mundo está aquí
Por Camilo Perdomo. Publicado en el número 4 (septiembre 2014).
El conflicto ruso ucraniano ha centrado la atención de la mayoría de medios de comunicación durante el verano, así como las maniobras que está realizando la OTAN -esa alianza militar trasatlántica entre EEUU y Europa diseñada después de la Segunda Guerra Mundial para repeler a los soviéticos y sostener la alianza occidental- para contener la “expansión” rusa. Mucho se habla de la OTAN, sus posibles avances militares y la protección que nos brinda frente a la amenaza de oriente, pero poco se habla de la verdadera alianza atlántica, la que nos debería importar y de la cual sabemos bastante poco, salvo por algunos artículos en la prensa generalista donde nos enseñan a ministros de la Unión negociando con uñas y dientes nuestros intereses: el Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión o TTIP .
El tratado es bastante simple. Garantiza la libre inversión y traslado de capitales al lado del atlántico que mejor garantice la inversión, algo así como el tratado de la Comunidad Europea, pero sin moneda común o libre circulación de personas. Solo el capital puede trasladarse y las inversiones de las empresas quedarían blindadas en el acuerdo, ya que ningún tribunal nacional podría procesarlas, solo tribunales de arbitraje. Si una empresa debe ganar cien millones al año y solo gana ochenta, los estados deben darle los otros veinte en el caso de un cambio de legislación lesione sus intereses.
Sus defensores hablan de un mercado potencial de ochocientos millones de personas, un monstruo capaz de negociar con cualquier otra potencia imponiendo sus condiciones, y que beneficiaría la creación de riqueza: el tratado permitiría incrementar la producción de riqueza anual en 120.000 millones de euros en Europa y 95.000 millones de euros en Estados Unidos, según el Centre for Economic Policy Research.
Lógicamente, en medio de la crisis que atraviesa Europa, y mucho más los países del sur, que ostentan tasas de paro altísimas, en España se nos vende como una salida para nuestra economía, un crecimiento continuado durante años y una creación de empleo sin precedentes. Pero pensando dentro de la lógica neoliberal que impera por estos días en nuestros gobernantes y la opacidad con la que se han llevado las negociaciones, ¿qué hay en este tratado para que los ciudadanos europeos vivamos de espaldas a él?
Lo primero que debemos tener en cuenta es que las condiciones laborales en Europa caerían a la baja, ya que en los Estados Unidos está mucho más desregularizado el mercado laboral y, en consecuencia, la bajada de salarios y de prestaciones sociales se armonizarían para poder competir con nuestro posible socio comercial. Además, si la condición de las empresas es buscar el mejor nicho de mercado, léase lugares donde las regulaciones laborales sean más favorables para invertir, los convenios sindicales y de representación de empresa quedarían en un segundo plano en busca de crear más puestos de trabajo. ¿Quizá estemos armonizándonos aceleradamente en España o quizás estemos a la vanguardia de estas políticas? Desde luego, hay síntomas claros en las políticas que aplica actualmente la Unión Europea que indican que van a ir por esta línea.
Por otro lado, como sustentan algunos analistas, las políticas europeas encaminadas a buscar un ahorro sustancial de las arcas de los estados europeos, el sector público sufriría un deterioro, como viene sucediendo, para luego ser puestos en venta a los inversores nacionales o extranjeros en un mercado abierto entre los dos continentes. Como bien afirma la ideología neoliberal, el Estado debe ser un simple regulador de los servicios, pero en ningún caso debe ser el responsable de prestarlos, pues iría en contra de la libertad de empresa.
Si bien la mayoría de las negociaciones se han hecho en secreto por parte de los representantes de los dos lados del atlántico, se han filtrado trozos en las que se argumenta la tendencia a la baja de los estándares de calidad de los productos que se intercambiarían entre los dos bloques. En EEUU, por ejemplo, las pruebas técnicas de calidad para que se comercialice un producto se hacen después de que el producto esté en la calle y una comisión, mientras que se hacen las mediciones técnicas, en el caso de que se registrarán casos de peligro para la salud, paga al ser la comisión la responsable y no la empresa. Por el contrario, en el caso europeo la comisión técnica realiza las pruebas antes de que el producto se comercialice. Hasta ahora, según lo filtrado, los norteamericanos no están dispuestos a poner más trabas a su economía y, al revés, serían los europeos los que bajarían sus estándares para abrir las fronteras a los productos yanquis.
La última perla de este acuerdo, tratado muy someramente en este articulo, es la política que desarrollaría la Unión Europea sobre la defensa a toda costa de la propiedad intelectual. No es solamente la falsificación de películas o discos, es la intrusión directa de los gobierno sobre internet, limitar la distribución o difusión de obras artísticas o la limitación de la producción de medicamentos genéricos. Cabe destacar que la propiedad intelectual también actuaría sobre plantas y animales genéticamente modificados, lo que convertiría en delincuente a cualquiera que cultivara semillas que no hubieran pasado por un laboratorio y su respectivo control de calidad.
Pero, ¿por qué este afán de implantar el acuerdo en los próximos cinco años? Pareciera que la crisis aceleró un proyecto que se viene gestando desde 1995 y que el posicionamiento de los países emergentes ha puesto las pilas a las élites de occidente. Con la conformación del TTIP, se pondría freno a la entrada de China en el mercado europeo, al comprar parte de la deuda pública, y al acercamiento de Europa con Rusia, por el suministro de hidrocarburos, con lo que EEUU se aseguraría un impulso efectivo para su economía y la de sus socios europeos y, de paso, pondría un freno económico a sus enemigos comerciales en Asia.
La Alianza Atlántica ya está aquí y simplemente hay que echar un vistazo para ver los efectos que tendrá en el viejo continente, pero parece que preferimos seguir mirando el espectáculo ucraniano, a la alianza militar trasatlántica y al enemigo virtual ruso y no ver unos acontecimientos que sí cambiaran nuestro modelo de desarrollo para siempre.
El tratado es bastante simple. Garantiza la libre inversión y traslado de capitales al lado del atlántico que mejor garantice la inversión, algo así como el tratado de la Comunidad Europea, pero sin moneda común o libre circulación de personas. Solo el capital puede trasladarse y las inversiones de las empresas quedarían blindadas en el acuerdo, ya que ningún tribunal nacional podría procesarlas, solo tribunales de arbitraje. Si una empresa debe ganar cien millones al año y solo gana ochenta, los estados deben darle los otros veinte en el caso de un cambio de legislación lesione sus intereses.
Sus defensores hablan de un mercado potencial de ochocientos millones de personas, un monstruo capaz de negociar con cualquier otra potencia imponiendo sus condiciones, y que beneficiaría la creación de riqueza: el tratado permitiría incrementar la producción de riqueza anual en 120.000 millones de euros en Europa y 95.000 millones de euros en Estados Unidos, según el Centre for Economic Policy Research.
Lógicamente, en medio de la crisis que atraviesa Europa, y mucho más los países del sur, que ostentan tasas de paro altísimas, en España se nos vende como una salida para nuestra economía, un crecimiento continuado durante años y una creación de empleo sin precedentes. Pero pensando dentro de la lógica neoliberal que impera por estos días en nuestros gobernantes y la opacidad con la que se han llevado las negociaciones, ¿qué hay en este tratado para que los ciudadanos europeos vivamos de espaldas a él?
Lo primero que debemos tener en cuenta es que las condiciones laborales en Europa caerían a la baja, ya que en los Estados Unidos está mucho más desregularizado el mercado laboral y, en consecuencia, la bajada de salarios y de prestaciones sociales se armonizarían para poder competir con nuestro posible socio comercial. Además, si la condición de las empresas es buscar el mejor nicho de mercado, léase lugares donde las regulaciones laborales sean más favorables para invertir, los convenios sindicales y de representación de empresa quedarían en un segundo plano en busca de crear más puestos de trabajo. ¿Quizá estemos armonizándonos aceleradamente en España o quizás estemos a la vanguardia de estas políticas? Desde luego, hay síntomas claros en las políticas que aplica actualmente la Unión Europea que indican que van a ir por esta línea.
Por otro lado, como sustentan algunos analistas, las políticas europeas encaminadas a buscar un ahorro sustancial de las arcas de los estados europeos, el sector público sufriría un deterioro, como viene sucediendo, para luego ser puestos en venta a los inversores nacionales o extranjeros en un mercado abierto entre los dos continentes. Como bien afirma la ideología neoliberal, el Estado debe ser un simple regulador de los servicios, pero en ningún caso debe ser el responsable de prestarlos, pues iría en contra de la libertad de empresa.
Si bien la mayoría de las negociaciones se han hecho en secreto por parte de los representantes de los dos lados del atlántico, se han filtrado trozos en las que se argumenta la tendencia a la baja de los estándares de calidad de los productos que se intercambiarían entre los dos bloques. En EEUU, por ejemplo, las pruebas técnicas de calidad para que se comercialice un producto se hacen después de que el producto esté en la calle y una comisión, mientras que se hacen las mediciones técnicas, en el caso de que se registrarán casos de peligro para la salud, paga al ser la comisión la responsable y no la empresa. Por el contrario, en el caso europeo la comisión técnica realiza las pruebas antes de que el producto se comercialice. Hasta ahora, según lo filtrado, los norteamericanos no están dispuestos a poner más trabas a su economía y, al revés, serían los europeos los que bajarían sus estándares para abrir las fronteras a los productos yanquis.
La última perla de este acuerdo, tratado muy someramente en este articulo, es la política que desarrollaría la Unión Europea sobre la defensa a toda costa de la propiedad intelectual. No es solamente la falsificación de películas o discos, es la intrusión directa de los gobierno sobre internet, limitar la distribución o difusión de obras artísticas o la limitación de la producción de medicamentos genéricos. Cabe destacar que la propiedad intelectual también actuaría sobre plantas y animales genéticamente modificados, lo que convertiría en delincuente a cualquiera que cultivara semillas que no hubieran pasado por un laboratorio y su respectivo control de calidad.
Pero, ¿por qué este afán de implantar el acuerdo en los próximos cinco años? Pareciera que la crisis aceleró un proyecto que se viene gestando desde 1995 y que el posicionamiento de los países emergentes ha puesto las pilas a las élites de occidente. Con la conformación del TTIP, se pondría freno a la entrada de China en el mercado europeo, al comprar parte de la deuda pública, y al acercamiento de Europa con Rusia, por el suministro de hidrocarburos, con lo que EEUU se aseguraría un impulso efectivo para su economía y la de sus socios europeos y, de paso, pondría un freno económico a sus enemigos comerciales en Asia.
La Alianza Atlántica ya está aquí y simplemente hay que echar un vistazo para ver los efectos que tendrá en el viejo continente, pero parece que preferimos seguir mirando el espectáculo ucraniano, a la alianza militar trasatlántica y al enemigo virtual ruso y no ver unos acontecimientos que sí cambiaran nuestro modelo de desarrollo para siempre.