¿Sueñan los borregos con códigos captcha?
Texto por Adri V. Barbón
El domingo 24 de marzo Pablo Casado fue a La Sexta. Algo quería preguntarle Ana Pastor y él fue allí, a contar lo suyo. Y lo suyo, como todos los políticos a unas semanas de unas elecciones, es lo nuestro. O de eso intentan convencernos. Hasta aquí todo es normal. Nada extraño a las actividades propias de partidos o sus miembros (que no miembras, repasen a los presidenciables).
Hubo un par de días después, aún hay, cierto revuelo por el seguimiento en redes sociales de la entrevista en cuestión. Y esto sería normal también; es la tónica de las últimas campañas electorales. La única pega es que no se hubiera normalizado antes y haber podido seguir en redes a Fraga o a Carrillo. Sería normal, digo, si no fuera porque precisamente en una de esas redes un usuario detectó que los perfiles que compartían, vitoreaban, aplaudían y daban notoriedad y pábulo a las intervenciones del candidato azul eran bots. Robots. Y esto sí que ya es extraño.
No solo porque la campaña electoral no dé comienzo hasta el próximo 12 de abril y hayan creado y empleado cuentas falsas para difundir propaganda electoral mediante el sibilino arte del astroturfing. Tampoco por el uso artero de esa nueva ley de protección de datos que permitirá a los partidos emplear ficheros con perfiles ideológicos de votantes en función de sus interacciones en redes. Sino también por haber empleado, de entre todas las imágenes posibles para fabricar los perfiles falsos, la de un estudiante mexicano al que “desaparecieron”. Y digo así, “desaparecieron”, porque aunque el camino de la desgracia suele ser que uno se extravía, se pierde o tiene un accidente y, cuando salen a buscarlo, se lo encuentran muerto, todo parece apuntar a que en este caso el procedimiento fue al contrario: a uno se lo encuentran y lo asesinan y extravían el cadáver para que el desasosiego de la familia solo encuentre un muerto.
Por ahí precisamente comenzó la caza de esos perfiles falsos. Por el error de haber empleado el rostro de un joven muerto. Eso facilita mucho las tareas del Blade runner a la hora del Voigth-Kampff. Después de desenmascararse estas cuentas falsas, esta estrategia que dejaría en pañales al mismo Maquiavelo, no lo veo yo diciendo “emplee cadáveres o profane tumbas, mi Príncipe, si es necesario” o algo del estilo, la prensa preguntó al partido azul, y su respuesta fue que el partido azul no tiene cuentas falsas, que esas cuentas con esos mensajes son respuesta espontanea de usuarios reales. Habrá que suponer, pues, que Skynet ya ha empezado con lo suyo. A mí esto de que el partido azul salga a decir que ellos no falsifican datos ni cuentas me da que ya lo he oído. Puede que haya sido un sueño, aunque empiezo a sospechar que quizá sea un fallo en Matrix.
Supongo que el hilo de los comentarios en los muros, en los foros, en las barras de los bares, será de la onda de: todos roban, todos son iguales, todos lo hacen. Así que, en los dos primeros casos, cualquiera que les afee el gesto no solo quedará adherido en esos perfiles ideológicos de votantes a una cuerda de otro color (naranja, verde, roja…) sino que, además, recibirá la consabida respuesta de “los tuyos también usan robots; están entre nosotros”, y hasta aquí todo normal, más o menos. Lo que empieza a parecerme extraño es que en el plano físico (las barras de los bares, las esperas en los quioscos, los refugios en las marquesinas) alguien resople delante del periódico o de la pantalla del móvil, que el electorado es muy de resoplar cuando se acercan unas elecciones y pensar que los demás, los otros, además de ser el infierno, son borregos, y que ese alguien sea en realidad un algo. Yo, por si acaso, por si después del soplido se arranca a decirme que quiere mi chupa y mi motocicleta, ya me he preparado un fondo de pantalla en el teléfono móvil con un collage para mostrarlo preguntando que en cuántas de las imágenes reconoce un buzón.
Hubo un par de días después, aún hay, cierto revuelo por el seguimiento en redes sociales de la entrevista en cuestión. Y esto sería normal también; es la tónica de las últimas campañas electorales. La única pega es que no se hubiera normalizado antes y haber podido seguir en redes a Fraga o a Carrillo. Sería normal, digo, si no fuera porque precisamente en una de esas redes un usuario detectó que los perfiles que compartían, vitoreaban, aplaudían y daban notoriedad y pábulo a las intervenciones del candidato azul eran bots. Robots. Y esto sí que ya es extraño.
No solo porque la campaña electoral no dé comienzo hasta el próximo 12 de abril y hayan creado y empleado cuentas falsas para difundir propaganda electoral mediante el sibilino arte del astroturfing. Tampoco por el uso artero de esa nueva ley de protección de datos que permitirá a los partidos emplear ficheros con perfiles ideológicos de votantes en función de sus interacciones en redes. Sino también por haber empleado, de entre todas las imágenes posibles para fabricar los perfiles falsos, la de un estudiante mexicano al que “desaparecieron”. Y digo así, “desaparecieron”, porque aunque el camino de la desgracia suele ser que uno se extravía, se pierde o tiene un accidente y, cuando salen a buscarlo, se lo encuentran muerto, todo parece apuntar a que en este caso el procedimiento fue al contrario: a uno se lo encuentran y lo asesinan y extravían el cadáver para que el desasosiego de la familia solo encuentre un muerto.
Por ahí precisamente comenzó la caza de esos perfiles falsos. Por el error de haber empleado el rostro de un joven muerto. Eso facilita mucho las tareas del Blade runner a la hora del Voigth-Kampff. Después de desenmascararse estas cuentas falsas, esta estrategia que dejaría en pañales al mismo Maquiavelo, no lo veo yo diciendo “emplee cadáveres o profane tumbas, mi Príncipe, si es necesario” o algo del estilo, la prensa preguntó al partido azul, y su respuesta fue que el partido azul no tiene cuentas falsas, que esas cuentas con esos mensajes son respuesta espontanea de usuarios reales. Habrá que suponer, pues, que Skynet ya ha empezado con lo suyo. A mí esto de que el partido azul salga a decir que ellos no falsifican datos ni cuentas me da que ya lo he oído. Puede que haya sido un sueño, aunque empiezo a sospechar que quizá sea un fallo en Matrix.
Supongo que el hilo de los comentarios en los muros, en los foros, en las barras de los bares, será de la onda de: todos roban, todos son iguales, todos lo hacen. Así que, en los dos primeros casos, cualquiera que les afee el gesto no solo quedará adherido en esos perfiles ideológicos de votantes a una cuerda de otro color (naranja, verde, roja…) sino que, además, recibirá la consabida respuesta de “los tuyos también usan robots; están entre nosotros”, y hasta aquí todo normal, más o menos. Lo que empieza a parecerme extraño es que en el plano físico (las barras de los bares, las esperas en los quioscos, los refugios en las marquesinas) alguien resople delante del periódico o de la pantalla del móvil, que el electorado es muy de resoplar cuando se acercan unas elecciones y pensar que los demás, los otros, además de ser el infierno, son borregos, y que ese alguien sea en realidad un algo. Yo, por si acaso, por si después del soplido se arranca a decirme que quiere mi chupa y mi motocicleta, ya me he preparado un fondo de pantalla en el teléfono móvil con un collage para mostrarlo preguntando que en cuántas de las imágenes reconoce un buzón.
Publicado el 28 de marzo de 2019