Que no te digan que no se puede
Por Silvia Cantera. Publicado en el número 4 (septiembre 2014).
Había luz al final del túnel. El verano del Bilbao Basket ha tenido de todo. Durante unas semanas algunos de sus aficionados creyeron que no había esperanza y que las protestas en la calle iban a servir de poco. El tema venía de muy atrás (quizá ni lleguemos a saber realmente cuándo se empezaron a agujerear los bolsillos del club). Pero la marea negra nunca bajó los brazos y dio una muestra de que, a veces, por muy cuesta arriba que se ponga todo, se pueden lograr las cosas: el equipo sigue siendo parte de la ACB.
Esperanza y ganas de seguir luchando cueste lo que cueste. Eso es lo que transmite el deporte en situaciones como esta. Más allá de la frivolidad que envuelve, de las cantidades abusivas de dinero que se manejan en determinadas modalidades, nos enseña a no tirar la toalla. Nunca. Este valor se nos inculca desde pequeños, pero hasta que no vemos gestas de equipos pequeños o remontadas estratosféricas, no nos lo terminamos de creer del todo.
El deporte es el ejemplo práctico. Es la imagen que necesitamos para terminar de interiorizar ese mensaje que tanto cuesta que se grabe en nuestras mentes. Se puede, y rara vez se puede si uno no confía en ello. A veces, creer en ti incluso cuando nadie más lo hace es la clave del éxito. Lo lógico es perder esa fe en más de una ocasión, pero para eso están las hinchadas que animan y dan aliento cuando parece que todo se ha acabado.
Otro de los valores que demuestra el deporte es el compañerismo. Uno aprende a dejar los problemas en el campo, a desfogarse en la pista y a olvidar todos los roces que hayan podido ocurrir cuando le da la mano al rival. Punto final. El deporte enseña que no solo hay que comportarse con los que visten una camiseta de los mismos colores que la tuya. Hay que respetar al contrario, porque si no es más que probable que acabes teniendo que tragarte tu orgullo con el pitido final para felicitarlo por la victoria. La falta de humildad y la soberbia se pagan.
Hemos llegado a un punto en el que muchos de los deportistas que conocemos son considerados como héroes por algunos de sus seguidores. La masa les da su apoyo pase lo que pase. En cualquier circunstancia. Pero los verdaderos fuera de serie que merecen más reconocimiento son aquellos que se dedican a deportes minoritarios o que no tienen demasiada repercusión. Están lejos de obtener ánimos constantes, muestras de cariño, pero ahí están. Siguen su camino sin importarles demasiado.
Las mujeres y, sobre todo, quienes tienen alguna discapacidad son quizá el mejor ejemplo de ello. No llenan tantos estadios ni suelen conseguir que viaje con ellos una marea de aficionados. Pero no se desmoralizan. Continúan por muchos palos en las ruedas que les pongan y por mucho que vean que otras personas, solo por dedicarse a otra modalidad, gozan de prestigio, reconocimiento y dinero. No sin esfuerzo, de acuerdo, pero unos casos están a años luz de los otros.
Luchan y derriban barreras. Por muy altos que sean los muros, se dejan la piel por acabar con ellos. ¿Qué mejor ejemplo de superación puede haber que unas paraolimpiadas, por ejemplo? Esos atletas demuestran que no existen los imposibles y que, por mucho que existan dificultades, se puede acabar con ellas. Ir más allá y demostrarse a uno mismo que a veces no vale un no por respuesta.
Son una muestra de tenacidad, compañerismo y fuerza de superación. No todos, por supuesto. Ni todos los políticos son malos (aunque a veces lo parezca) ni todos los deportistas son maravillosos (nada más lejos de la realidad). Pero lo que sí es cierto es que muchos son una muestra de que se pueden cumplir los sueños y eso sí es digno de admirar.
Por todo esto, llama la atención que haya gente que critique el deporte por ser algo parecido al opio del pueblo. ¿Tan difícil de comprender es que la gente se quiera evadir de vez en cuando para no vivir siempre sumido en los problemas? Hay tiempo para todo: para preocuparse en tratar de encontrar soluciones y para desconectar de aquello que te quita el sueño.
No entiendo esas ganas de desacreditar a los deportistas e intentar hacer creer a la gente que alguien es más culto si no sigue los deportes. Puede que no te guste seguir ninguna disciplina, pero no sé por qué eso lleva a algunos a criticar a quienes sí disfrutan con partidos o con carreras de algunos de sus ídolos. ¿Qué problema hay en pasar un buen rato dejándote llevar por las pasiones? Hay tiempo para ir a un estadio a animar a tu equipo y para leer un buen libro. Una cosa no quita a la otra.
Esta temporada Bilbao podrá volver a Miribilla para animar a su equipo de baloncesto. Después de tener un verano marcado por el mundial, irán a su cancha a disfrutar de su equipo un año más. De ese equipo por el que se echaron a la calle para llamar la atención. Todo indicaba que el sueño de la ACB se había acabado y que no se podía continuar. Se puede. Que nadie diga que el deporte no sirve para nada. Es capaz de ser el camino que demuestra que no hay cosas imposibles, solo personas que abandonan antes de tiempo.
Esperanza y ganas de seguir luchando cueste lo que cueste. Eso es lo que transmite el deporte en situaciones como esta. Más allá de la frivolidad que envuelve, de las cantidades abusivas de dinero que se manejan en determinadas modalidades, nos enseña a no tirar la toalla. Nunca. Este valor se nos inculca desde pequeños, pero hasta que no vemos gestas de equipos pequeños o remontadas estratosféricas, no nos lo terminamos de creer del todo.
El deporte es el ejemplo práctico. Es la imagen que necesitamos para terminar de interiorizar ese mensaje que tanto cuesta que se grabe en nuestras mentes. Se puede, y rara vez se puede si uno no confía en ello. A veces, creer en ti incluso cuando nadie más lo hace es la clave del éxito. Lo lógico es perder esa fe en más de una ocasión, pero para eso están las hinchadas que animan y dan aliento cuando parece que todo se ha acabado.
Otro de los valores que demuestra el deporte es el compañerismo. Uno aprende a dejar los problemas en el campo, a desfogarse en la pista y a olvidar todos los roces que hayan podido ocurrir cuando le da la mano al rival. Punto final. El deporte enseña que no solo hay que comportarse con los que visten una camiseta de los mismos colores que la tuya. Hay que respetar al contrario, porque si no es más que probable que acabes teniendo que tragarte tu orgullo con el pitido final para felicitarlo por la victoria. La falta de humildad y la soberbia se pagan.
Hemos llegado a un punto en el que muchos de los deportistas que conocemos son considerados como héroes por algunos de sus seguidores. La masa les da su apoyo pase lo que pase. En cualquier circunstancia. Pero los verdaderos fuera de serie que merecen más reconocimiento son aquellos que se dedican a deportes minoritarios o que no tienen demasiada repercusión. Están lejos de obtener ánimos constantes, muestras de cariño, pero ahí están. Siguen su camino sin importarles demasiado.
Las mujeres y, sobre todo, quienes tienen alguna discapacidad son quizá el mejor ejemplo de ello. No llenan tantos estadios ni suelen conseguir que viaje con ellos una marea de aficionados. Pero no se desmoralizan. Continúan por muchos palos en las ruedas que les pongan y por mucho que vean que otras personas, solo por dedicarse a otra modalidad, gozan de prestigio, reconocimiento y dinero. No sin esfuerzo, de acuerdo, pero unos casos están a años luz de los otros.
Luchan y derriban barreras. Por muy altos que sean los muros, se dejan la piel por acabar con ellos. ¿Qué mejor ejemplo de superación puede haber que unas paraolimpiadas, por ejemplo? Esos atletas demuestran que no existen los imposibles y que, por mucho que existan dificultades, se puede acabar con ellas. Ir más allá y demostrarse a uno mismo que a veces no vale un no por respuesta.
Son una muestra de tenacidad, compañerismo y fuerza de superación. No todos, por supuesto. Ni todos los políticos son malos (aunque a veces lo parezca) ni todos los deportistas son maravillosos (nada más lejos de la realidad). Pero lo que sí es cierto es que muchos son una muestra de que se pueden cumplir los sueños y eso sí es digno de admirar.
Por todo esto, llama la atención que haya gente que critique el deporte por ser algo parecido al opio del pueblo. ¿Tan difícil de comprender es que la gente se quiera evadir de vez en cuando para no vivir siempre sumido en los problemas? Hay tiempo para todo: para preocuparse en tratar de encontrar soluciones y para desconectar de aquello que te quita el sueño.
No entiendo esas ganas de desacreditar a los deportistas e intentar hacer creer a la gente que alguien es más culto si no sigue los deportes. Puede que no te guste seguir ninguna disciplina, pero no sé por qué eso lleva a algunos a criticar a quienes sí disfrutan con partidos o con carreras de algunos de sus ídolos. ¿Qué problema hay en pasar un buen rato dejándote llevar por las pasiones? Hay tiempo para ir a un estadio a animar a tu equipo y para leer un buen libro. Una cosa no quita a la otra.
Esta temporada Bilbao podrá volver a Miribilla para animar a su equipo de baloncesto. Después de tener un verano marcado por el mundial, irán a su cancha a disfrutar de su equipo un año más. De ese equipo por el que se echaron a la calle para llamar la atención. Todo indicaba que el sueño de la ACB se había acabado y que no se podía continuar. Se puede. Que nadie diga que el deporte no sirve para nada. Es capaz de ser el camino que demuestra que no hay cosas imposibles, solo personas que abandonan antes de tiempo.