12 PULGADAS
  • Reportajes
  • Entrevistas
  • Blogs
  • Revista
  • Tienda
  • Fotos
  • Audiovisuales
  • Contacto
  • Nosotros

Morts de rire

Por Carla Faginas Cerezo. Publicado en el número 6 (febrero 2015).
Diría su nombre si no fuese una de las personas a las que más quiero en este mundo y si no la conociera como la conozco, sabiéndola celosa de su intimidad y de sus miserias. A los 33 años, mi queridísima Ana (pongamos por nombre) estrenaba viudedad sentada en un sofá ajeno rodeada de gente suya; nuestra. Allí, en medio de aquel inenarrable batiburrillo de conmiseración, congoja y amor, Ana hozó por un momento en el cenagal de su dolor y encontró un segundo de sosiego en el noble arte de reírse de sí misma: refiriéndose a un grupo de conocidas separadas y divorciadas apostilló “Ahora soy viuda; voy a ser la reina de ese club”. En aquel instante pude recordar cómo su esposo, años atrás, bromeaba sobre su condición de huérfano diciendo que él sí que tenía padre. “Mi padre es criador”, decía. “Criador de malvas”. Mi madre, por su parte, solía subirse al carro de tanta mofa y tanto compadreo afirmando lo mismo del suyo. Nunca hubo nadie que se ofendiera con nuestras carcajadas. Ninguno de los presentes vio jamás un atisbo de maldad en aquellos momentos en los que una familia hacía alarde de humor ácido, inteligente y, por qué no, compasivo burlándose de sus propias desgracias.

Hoy vengo a hablarles no solo de los que ya no están, que también, sino del derecho a reírnos de todo aquello que queramos. No seré yo precisamente defensora de la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, pero no me duele reconocer que vi una chispa de acierto, un adarme de autocrítica, en aquella intervención suya en la que se burlaba de su famoso “relaxing cup of café con leche”. O cómo olvidar a Irene Villa recitando, uno por uno, los crudelísimos chistes con los que más de uno nos hemos cansado de reírnos. “No te reirías de esas cosas si te hubiese ocurrido algo similar a ti”, me han repetido propios y extraños ad nauseam. Mentira, señores míos: probablemente la risa sería uno de los pocos consuelos que hallaría en el tormento de saberme víctima de la burricie humana.

Escribo este artículo exactamente una semana después de los atentados de París para decir a quien me lea que yo también soy Charlie y que defiendo el humor como la más inteligente y útil de las armas; como uno de los pocos bastiones que sostienen esta sociedad que se autoproclama progresista y civilizada. Es por ello que nadie ―pertenezca al país, cultura o religión que sea― podrá despojarnos jamás del derecho inalienable a reírnos de todo aquello que nos venga en gana, pues una sociedad capaz de carcajearse hasta el hartazgo de su propia mierda tiene potestad para hacerlo del universo en general y de este mundo de locos en particular.

“Nosotros de por sí no tomamos en serio a nadie, ni siquiera a nosotros mismos. Porque quien se toma en serio acaba por pensar que su verdad debe ser verdad para todos y para siempre. Y, tarde o temprano, dedica su esfuerzo no a que su verdad nazca, crezca, dé frutos y muera (porque ninguna verdad terrenal es absoluta y eterna), sino a matar a todos aquellos que no acatan esa verdad”, Subcomandante Marcos.

Con tecnología de Crea tu propio sitio web con las plantillas personalizables.