Marcando la diferencia
Texto por Silvia Cantera. Fotografías cedidas por el Museo Guggenheim Bilbao. Publicado en el número 8 (diciembre 2015).
Un centenar de obras repasa la trayectoria de Jeff Koons. Un artista versátil, provocador y original que ha hecho su última parada en el Guggenheim de Bilbao. A cambio de la acogida, le ha regalado al museo unas cifras de récord.
Desde que el Guggenheim desembarcó en Bilbao, ha desempeñado un papel fundamental. En su cabeza surgió el guardián de todas y cada una de las obras que se exponen en el museo. El perro que vela por la seguridad del edificio más famoso de la villa se lo debemos a Jeff Koons, un artista único. Pasen los años que pasen, parece que nada eclipsa a Puppy, el acompañante perfecto en las fotos de los millones de turistas que no dejan la ciudad sin visitar el gigante de titanio.
La retrospectiva del artista norteamericano no ha dejado indiferente a nadie. Amante de los colores vivos, de las grandes formas y capaz de revolucionar al personal con obras sensuales de lo más explícitas, se ha metido a locales y a turistas en el bolsillo. Tanto a los mayores como a los más pequeños, que alucinaban viendo globos enormes en forma de perros de colores o trabajos protagonizados por el mismísimo Popeye. Tras visitar museos como el Whitney Museum American of Art y el parisino Pompidou, Jeff Koons ha sido el protagonista de uno de los récords más ilusionantes para el museo bilbaíno. Con la exposición de lo que han dado de sí tantos años de esfuerzo, el Guggenheim ha conseguido su cifra más alta de visitantes este verano. Se han vendido 317.775 entradas entre julio y agosto, un salto cuantitativo con respecto al año pasado. En total, más de 450.000 personas se han paseado por las distintas salas para contemplar la originalidad del que fuera marido de la Cicciolina. Eso es, de la actriz porno, que tiene un papel más que relevante en algunas de sus piezas.
“Mis obras nunca se han visto tan elegantes como en el Guggenheim Bilbao”, aseguró el artista cuando llegó a la ciudad para presentar la recopilación de su trabajo. De hecho, sus palabras encierran cierta objetividad. Esta ha sido la primera vez que se han recogido todas y cada una de las series que el norteamericano ha realizado durante casi cuatro décadas de dedicación. Todo un ejemplo de “bilbainada”.
Alrededor de cien obras ayudan a perfilar el carácter y la mente de Koons. Reflejan su paso por distintas corrientes como el surrealismo, el pop art y el dadaísmo. Un repaso a lo que ha supuesto el artista desde sus primeras creaciones allá por los años sesenta. Y todo ello por primera vez en España.
Hablar de Jeff Koons implica hablar de provocación. Más de uno se ha sorprendido al comprobar que la palabra “pudor” no entra en su vocabulario. Para nada. Fue pareja de Ilona Staller y, aunque ahora esté casado con otra mujer —a la que quién sabe qué le parecerá este apartado de su obra—, las piezas dedicadas a esta explosiva intérprete captan todas las miradas. Es casi imposible no escandalizarse por un momento dado el realismo de algunas de ellas. Esta serie nace con un cartel de la película Made in heaven, que en realidad nunca llegó a filmarse y del que la Cicciolina y él son los protagonistas. Los distintos óleos repartidos por la sala muestran a una suerte de Adán y Eva en distintas poses sexuales. Se evoca la fidelidad, la naturaleza humana y, sobre todo, el amor. Meses más tarde incluyó el mármol y el vidrio a estos proyectos para dejar aún menos espacio a la imaginación.
Si bien es cierto que el erotismo es clave en su obra, no hay que pasar por alto que Koons es un autor polifacético capaz de mostrar aspectos muy distintos entre sí. Puppy no es el único trabajo que el norteamericano luce en el Guggenheim desde hace años. Aunque el florido perro acompaña al edificio desde su construcción, la terraza que da al pequeño estanque de la parte trasera del museo también está decorado por él. Con vistas a la ría y a la araña Mamá, un ramo de tulipanes recibe a todo aquel que se decide a salir a contemplar el rincón. Cada uno de un color distinto, son otra de las pocas piezas que se pueden fotografiar, por lo que miles de personas aprovechan para poner sus mejores poses junto a las flores o para retratarse disparando contra su reflejo. Además, se expone de manera permanente.
Quizá se trate de la parte que más se centra en la fantasía, totalmente antagónica de la que se basaba en sus escarceos amorosos con su amante. Perros, conejos, morsas y demás formas que hacen las delicias de los amantes del mundo colorido tienen en esa etapa de su vida una oportunidad de disfrutar de la originalidad del versátil artista.
El perro magenta es el principal protagonista de la fase denominada Celebración. Nació con el objetivo de responder a una invitación que recibió en 1994 para diseñar un calendario. Para ello recopiló imágenes de algunos de los elementos más habituales en una fiesta, aunque esta labor de recopilación dio como fruto también dieciséis pinturas y veinte esculturas. Se trata además de unos elementos con una complejidad técnica especial.
Pero el toque alegre de las creaciones de Koons no se queda ahí. Todo aquel que alguna vez soñó con volverse más fuerte después de zamparse un buen plato de espinacas sabrá apreciar el homenaje que Koons le hizo a Popeye. El que probablemente sea el marino animado más famoso tiene su espacio entre tanta obra de arte. Tampoco falta su novia Olivia, que es otra de las piezas que figuran en una serie en la que aún hoy sigue trabajando. Quienes prefieran el mundo de los superhéroes y hayan disfrutado de lo lindo con las historias de la Masa, deberán saber que el personaje verde es también objeto de museo. En Hulk Elvis, el increíble Hulk hace poses del mismísimo Presley en la publicidad de Estrella de Fuego.
En definitiva, las distintas salas del Guggenheim han dado cobijo a una de las obras más especiales que han entrado en el museo. El padre de Puppy ha cumplido con el objetivo de sorprender con sus esculturas, esas que lo mismo te muestran un animal de granja como a un gran Michael Jackson dorado. Además, sus pinceles han sabido captar sus ocurrencias más disparatadas, capaces de competir entre el caos y la cordura. Para disfrutar del trabajo del americano es preciso dejar a un lado todas las reglas e ideas preconcebidas. Es esencial tener claro que, ante todo, Jeff Koons es un artista diferente.
Desde que el Guggenheim desembarcó en Bilbao, ha desempeñado un papel fundamental. En su cabeza surgió el guardián de todas y cada una de las obras que se exponen en el museo. El perro que vela por la seguridad del edificio más famoso de la villa se lo debemos a Jeff Koons, un artista único. Pasen los años que pasen, parece que nada eclipsa a Puppy, el acompañante perfecto en las fotos de los millones de turistas que no dejan la ciudad sin visitar el gigante de titanio.
La retrospectiva del artista norteamericano no ha dejado indiferente a nadie. Amante de los colores vivos, de las grandes formas y capaz de revolucionar al personal con obras sensuales de lo más explícitas, se ha metido a locales y a turistas en el bolsillo. Tanto a los mayores como a los más pequeños, que alucinaban viendo globos enormes en forma de perros de colores o trabajos protagonizados por el mismísimo Popeye. Tras visitar museos como el Whitney Museum American of Art y el parisino Pompidou, Jeff Koons ha sido el protagonista de uno de los récords más ilusionantes para el museo bilbaíno. Con la exposición de lo que han dado de sí tantos años de esfuerzo, el Guggenheim ha conseguido su cifra más alta de visitantes este verano. Se han vendido 317.775 entradas entre julio y agosto, un salto cuantitativo con respecto al año pasado. En total, más de 450.000 personas se han paseado por las distintas salas para contemplar la originalidad del que fuera marido de la Cicciolina. Eso es, de la actriz porno, que tiene un papel más que relevante en algunas de sus piezas.
“Mis obras nunca se han visto tan elegantes como en el Guggenheim Bilbao”, aseguró el artista cuando llegó a la ciudad para presentar la recopilación de su trabajo. De hecho, sus palabras encierran cierta objetividad. Esta ha sido la primera vez que se han recogido todas y cada una de las series que el norteamericano ha realizado durante casi cuatro décadas de dedicación. Todo un ejemplo de “bilbainada”.
Alrededor de cien obras ayudan a perfilar el carácter y la mente de Koons. Reflejan su paso por distintas corrientes como el surrealismo, el pop art y el dadaísmo. Un repaso a lo que ha supuesto el artista desde sus primeras creaciones allá por los años sesenta. Y todo ello por primera vez en España.
Hablar de Jeff Koons implica hablar de provocación. Más de uno se ha sorprendido al comprobar que la palabra “pudor” no entra en su vocabulario. Para nada. Fue pareja de Ilona Staller y, aunque ahora esté casado con otra mujer —a la que quién sabe qué le parecerá este apartado de su obra—, las piezas dedicadas a esta explosiva intérprete captan todas las miradas. Es casi imposible no escandalizarse por un momento dado el realismo de algunas de ellas. Esta serie nace con un cartel de la película Made in heaven, que en realidad nunca llegó a filmarse y del que la Cicciolina y él son los protagonistas. Los distintos óleos repartidos por la sala muestran a una suerte de Adán y Eva en distintas poses sexuales. Se evoca la fidelidad, la naturaleza humana y, sobre todo, el amor. Meses más tarde incluyó el mármol y el vidrio a estos proyectos para dejar aún menos espacio a la imaginación.
Si bien es cierto que el erotismo es clave en su obra, no hay que pasar por alto que Koons es un autor polifacético capaz de mostrar aspectos muy distintos entre sí. Puppy no es el único trabajo que el norteamericano luce en el Guggenheim desde hace años. Aunque el florido perro acompaña al edificio desde su construcción, la terraza que da al pequeño estanque de la parte trasera del museo también está decorado por él. Con vistas a la ría y a la araña Mamá, un ramo de tulipanes recibe a todo aquel que se decide a salir a contemplar el rincón. Cada uno de un color distinto, son otra de las pocas piezas que se pueden fotografiar, por lo que miles de personas aprovechan para poner sus mejores poses junto a las flores o para retratarse disparando contra su reflejo. Además, se expone de manera permanente.
Quizá se trate de la parte que más se centra en la fantasía, totalmente antagónica de la que se basaba en sus escarceos amorosos con su amante. Perros, conejos, morsas y demás formas que hacen las delicias de los amantes del mundo colorido tienen en esa etapa de su vida una oportunidad de disfrutar de la originalidad del versátil artista.
El perro magenta es el principal protagonista de la fase denominada Celebración. Nació con el objetivo de responder a una invitación que recibió en 1994 para diseñar un calendario. Para ello recopiló imágenes de algunos de los elementos más habituales en una fiesta, aunque esta labor de recopilación dio como fruto también dieciséis pinturas y veinte esculturas. Se trata además de unos elementos con una complejidad técnica especial.
Pero el toque alegre de las creaciones de Koons no se queda ahí. Todo aquel que alguna vez soñó con volverse más fuerte después de zamparse un buen plato de espinacas sabrá apreciar el homenaje que Koons le hizo a Popeye. El que probablemente sea el marino animado más famoso tiene su espacio entre tanta obra de arte. Tampoco falta su novia Olivia, que es otra de las piezas que figuran en una serie en la que aún hoy sigue trabajando. Quienes prefieran el mundo de los superhéroes y hayan disfrutado de lo lindo con las historias de la Masa, deberán saber que el personaje verde es también objeto de museo. En Hulk Elvis, el increíble Hulk hace poses del mismísimo Presley en la publicidad de Estrella de Fuego.
En definitiva, las distintas salas del Guggenheim han dado cobijo a una de las obras más especiales que han entrado en el museo. El padre de Puppy ha cumplido con el objetivo de sorprender con sus esculturas, esas que lo mismo te muestran un animal de granja como a un gran Michael Jackson dorado. Además, sus pinceles han sabido captar sus ocurrencias más disparatadas, capaces de competir entre el caos y la cordura. Para disfrutar del trabajo del americano es preciso dejar a un lado todas las reglas e ideas preconcebidas. Es esencial tener claro que, ante todo, Jeff Koons es un artista diferente.