La política del miedo se la juega en la cuna de la democracia
Por Camilo Perdomo. Publicado en el número 6 (febrero 2015).
Pocos prestamos atención a lo que pasó en Grecia al iniciarse la crisis económica. Su pequeña economía no podía afectar a la Unión Europea y su pronto rescate acallaría a los mercados ansiosos por la falta de confianza que suponía para el euro, nos decía la prensa. La política griega, sin embargo, se coló poco a poco en los telediarios como un ejemplo de lo que podría pasar al resto de los PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España): una auditoria económica constante de la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y el FMI) en la administración del país de no cumplir los acuerdos firmados con Bruselas. Ahora, después de 5 años de recortes sociales, Grecia, ese laboratorio económico para la periferia europea, se juega renegociar su deuda con la troika y, de paso, quitar la mascara a los “demócratas” europeos: “Si gana Syriza, Grecia saldrá de la eurozona”.
El siglo XXI nos impuso una nueva manera de hacer política bajo la amenaza del miedo. Nuestros políticos, desde los atentados del 11-S, imponían el miedo para conseguir sus objetivos más inmediatos. Si en Estados Unidos se apelaba al terrorismo para recortar libertades civiles, en la Unión Europea, al entrar la crisis económica que todavía padecemos, se nos repetía hasta la saciedad, con el objetivo de recortar el estado de bienestar y salir de la crisis, que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades, que países irresponsables debían pagar por sus excesos y que los recortes en servicios sociales eran la única garantía para no caer en la suspensión de pagos. Como en un cuento para niños, el miedo a los hombres de negro planeaba sobre nosotros, acechaban en las esquinas de las administraciones públicas y, si no cumplíamos con los dictados de la troika, las riendas de la economía las tomaría Bruselas.
La intervención directa de la Unión Europea sobre la democracia griega y las democracias periféricas de la Unión no es nueva. En 2011, a modo de píldora para la memoria, Yorgos Papandréu anunció un referéndum para que los griegos opinaran sobre el rescate de la troika y las reformas que se le imponían al país. El referéndum nunca se hizo, Papandréu fue acusado por la prensa griega y los partidos políticos tradicionales de crear el caos, mientras que las bolsas europeas hacían caer la deuda griega y los líderes europeos se reunían con él para presionar más la salida del rescate. Al final, el gobierno griego cambió como resultado de una coalición entre los dos grandes partidos, y Papandréu fue reemplazado por Lukás Papadimos, exvicepresidente del Banco Central Europeo y fiel a los dictados de la troika.
En Grecia, el actual gobierno conservador de Nueva Democracia, junto a la Comisión Europea, pregona a bombo y platillo que la economía griega está saliendo de la crisis debido al 0,7% anual. Una cifra optimista pero alejada de la realidad que viven los griegos de a pie. Las políticas aplicadas por la troika han desangrado a Grecia hasta el límite: ha perdido un 25% de su PIB, el desempleo se encuentra por encima del 25%, los salarios reales cayeron un 30% y la producción industrial un 35%. Solo el sector turístico parece mantenerse en el 2014, mientras las exportaciones siguen cayendo.
Pero Syriza no propone nada descabellado ante la magnitud de la crisis social que vive Grecia. Por el contrario, sus propuestas son bastante centradas en la realidad. Por un lado, pide la revisión de la deuda, que en 2009 representaba el 113% del PIB y después de la intervención de la troika ha llegado al 175% del PIB. Una situación inviable para cualquier economía, pero que dejaría sin respaldo la especulación del sector financiero europeo. Sin la financiación de la Unión Europea a Grecia, los bonos de deuda, con los que han estado especulando, no valdrían nada.
Aparentemente, la deuda soberana se ha convertido en sinónimo de esclavitud para la Unión Europea. Los rescates concedidos a países periféricos de la eurozona han convertido a las democracias de los PIGS en títeres de los banqueros alemanes que, ante la evidencia, parecen ser los únicos ganadores en este juego económico donde la austeridad se convierte en liquidez para ellos y en desgracia para la población.
Son varias las autoridades europeas, incluyendo a la todopoderosa Angela Merkel, las que manifiestan abiertamente la posible salida de Grecia de la eurozona si Syriza llegase al poder. Pero también son muchos los que advierten de las consecuencias del abandono de uno de los socios europeos: si la Unión Europea deja caer a Grecia, la pérdida de confianza en la eurozona provocaría una debacle en el mercado de deuda de estos países, incluyendo a países clave como Francia e Italia. Entonces, ¿por qué se amenaza a los griegos con la salida del euro? Simple, ya no tienen el control político en el parlamento para guardar las espaldas a los banqueros y seguir especulando con la deuda griega, así que juegan con el miedo con la única intención de hacerse con los votos en la cuna de la democracia.
El siglo XXI nos impuso una nueva manera de hacer política bajo la amenaza del miedo. Nuestros políticos, desde los atentados del 11-S, imponían el miedo para conseguir sus objetivos más inmediatos. Si en Estados Unidos se apelaba al terrorismo para recortar libertades civiles, en la Unión Europea, al entrar la crisis económica que todavía padecemos, se nos repetía hasta la saciedad, con el objetivo de recortar el estado de bienestar y salir de la crisis, que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades, que países irresponsables debían pagar por sus excesos y que los recortes en servicios sociales eran la única garantía para no caer en la suspensión de pagos. Como en un cuento para niños, el miedo a los hombres de negro planeaba sobre nosotros, acechaban en las esquinas de las administraciones públicas y, si no cumplíamos con los dictados de la troika, las riendas de la economía las tomaría Bruselas.
La intervención directa de la Unión Europea sobre la democracia griega y las democracias periféricas de la Unión no es nueva. En 2011, a modo de píldora para la memoria, Yorgos Papandréu anunció un referéndum para que los griegos opinaran sobre el rescate de la troika y las reformas que se le imponían al país. El referéndum nunca se hizo, Papandréu fue acusado por la prensa griega y los partidos políticos tradicionales de crear el caos, mientras que las bolsas europeas hacían caer la deuda griega y los líderes europeos se reunían con él para presionar más la salida del rescate. Al final, el gobierno griego cambió como resultado de una coalición entre los dos grandes partidos, y Papandréu fue reemplazado por Lukás Papadimos, exvicepresidente del Banco Central Europeo y fiel a los dictados de la troika.
En Grecia, el actual gobierno conservador de Nueva Democracia, junto a la Comisión Europea, pregona a bombo y platillo que la economía griega está saliendo de la crisis debido al 0,7% anual. Una cifra optimista pero alejada de la realidad que viven los griegos de a pie. Las políticas aplicadas por la troika han desangrado a Grecia hasta el límite: ha perdido un 25% de su PIB, el desempleo se encuentra por encima del 25%, los salarios reales cayeron un 30% y la producción industrial un 35%. Solo el sector turístico parece mantenerse en el 2014, mientras las exportaciones siguen cayendo.
Pero Syriza no propone nada descabellado ante la magnitud de la crisis social que vive Grecia. Por el contrario, sus propuestas son bastante centradas en la realidad. Por un lado, pide la revisión de la deuda, que en 2009 representaba el 113% del PIB y después de la intervención de la troika ha llegado al 175% del PIB. Una situación inviable para cualquier economía, pero que dejaría sin respaldo la especulación del sector financiero europeo. Sin la financiación de la Unión Europea a Grecia, los bonos de deuda, con los que han estado especulando, no valdrían nada.
Aparentemente, la deuda soberana se ha convertido en sinónimo de esclavitud para la Unión Europea. Los rescates concedidos a países periféricos de la eurozona han convertido a las democracias de los PIGS en títeres de los banqueros alemanes que, ante la evidencia, parecen ser los únicos ganadores en este juego económico donde la austeridad se convierte en liquidez para ellos y en desgracia para la población.
Son varias las autoridades europeas, incluyendo a la todopoderosa Angela Merkel, las que manifiestan abiertamente la posible salida de Grecia de la eurozona si Syriza llegase al poder. Pero también son muchos los que advierten de las consecuencias del abandono de uno de los socios europeos: si la Unión Europea deja caer a Grecia, la pérdida de confianza en la eurozona provocaría una debacle en el mercado de deuda de estos países, incluyendo a países clave como Francia e Italia. Entonces, ¿por qué se amenaza a los griegos con la salida del euro? Simple, ya no tienen el control político en el parlamento para guardar las espaldas a los banqueros y seguir especulando con la deuda griega, así que juegan con el miedo con la única intención de hacerse con los votos en la cuna de la democracia.