La paja en el ojo ajeno
Por Iván Castillo Otero. Publicado en el número 7 (junio 2015).
Buscar un enemigo fuera de las fronteras del país para tapar así los problemas que se producen en el interior es un clásico de las relaciones internacionales. Pero esto no lo ha inventado ningún estadista; el sabio refranero castellano, apoyándose en la Biblia (San Mateo 7, 3-5; San Lucas 6, 41), dice que vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
No es raro que España esté presente en la actualidad latinoamericana y viceversa, pero sería de esperar que en pleno 2015, superada la terrible colonización española, no se dedicasen a lanzarse exabruptos de orilla a orilla del Atlántico entre algunos países sudamericanos y la llamada madre patria. No he tenido, por el momento, el placer de pisar las tierras americanas con las que comparto idioma y, como habitante de este rincón de la vieja Europa, no se me pasaría por la cabeza mandarles recaditos poco amistosos. Lo que no puede ser es que desde España se señalen ciertos lugares de America Latina para dar lecciones.
Venezuela tendrá sus problemas, no lo dudo, pero tal vez sea el momento de arreglar las goteras propias y no el de proclamar dónde están las del prójimo. Todo lo negativo que ocurre allí llega a las portadas de acá, e incluso de alguna noticia, como la muerte del presidente Hugo Chávez, se enteró antes el diario El País que el propio interesado. Lo que no he visto en lugares destacados de los rotativos nacionales son las siete condenas que tiene España del Tribunal Europeo de Derechos Humanos por no investigar torturas a detenidos por los diferentes cuerpos de policía. Y no solo eso, tal y como recoge el libro España ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Juan Velázquez, Iñaki Valiente y Juan Ignacio Ugartemendia, todos ellos profesores de la Universidad del País Vasco, España tiene setenta sentencias en contra entre los años 1988 y 2009 por la vulneracion de diferentes derechos humanos. No existe ningún país europeo que haya sido condenado en tantas ocasiones.
Por otro lado, es recurrente decir que en Venezuela no hay libertad de expresión. Insisto, no he estado allí y no puedo negarlo tajantemente, pero lo que sí que puedo contarles es que desde que llegó el Partido Popular al Gobierno, en España se han sucedido las presiones desde Moncloa y han fulminado a varios periodistas. Mediaset ha retirado a Jesús Cintora de Las mañanas de Cuatro por supuesta falta de objetividad. La misma casa también largó a Hilario Pino, presentador y director del informativo de Cuatro, pocos días después de incorporar al comienzo del telediario a emigrantes españoles en Perú que abucheaban a Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno. Ana Pastor se vio relegada de Los desayunos de TVE al poco de llegar el PP al poder. El fundador y director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, fue apartado tras 25 años al frente del diario por la línea dura de su periódico en contra de la corrupción de los populares en casos como el de Luis Bárcenas, extesorero del PP, o por destapar sin miramientos escándalos que salpicaban a la Casa Real.
En medios de distinta ideología se ha relacionado el relevo de Javier Moreno al frente de El País, sustituido por Antonio Caño, a cambio de una línea editorial más amable con Génova y una ayuda de Soraya Sáenz de Santamaría para que Prisa encontrara financiación para su deuda. También se señala a la vicepresidenta como la mano negra que animó a su íntimo amigo Juan Luis Cebrián, consejero delegado de El País y Prisa, para que enviase al incómodo e incisivo Carlos E. Cué, periodista de El País que cubría la actualidad del PP, a Argentina como corresponsal.
Y yo me pregunto: si un don nadie como yo tiene acceso a esta información, ¿no creen que los que señalan a Venezuela para tapar el hedor a corrupción y censura que desprende España no conocen esta realidad cuando hacen sus acusaciones hacia el país latinoamericano? España vive un mal momento en muchos aspectos como los señalados aquí, pero existe un amplio consenso para mirar a las Américas en vez de solucionar las faltas caseras.
No es raro que España esté presente en la actualidad latinoamericana y viceversa, pero sería de esperar que en pleno 2015, superada la terrible colonización española, no se dedicasen a lanzarse exabruptos de orilla a orilla del Atlántico entre algunos países sudamericanos y la llamada madre patria. No he tenido, por el momento, el placer de pisar las tierras americanas con las que comparto idioma y, como habitante de este rincón de la vieja Europa, no se me pasaría por la cabeza mandarles recaditos poco amistosos. Lo que no puede ser es que desde España se señalen ciertos lugares de America Latina para dar lecciones.
Venezuela tendrá sus problemas, no lo dudo, pero tal vez sea el momento de arreglar las goteras propias y no el de proclamar dónde están las del prójimo. Todo lo negativo que ocurre allí llega a las portadas de acá, e incluso de alguna noticia, como la muerte del presidente Hugo Chávez, se enteró antes el diario El País que el propio interesado. Lo que no he visto en lugares destacados de los rotativos nacionales son las siete condenas que tiene España del Tribunal Europeo de Derechos Humanos por no investigar torturas a detenidos por los diferentes cuerpos de policía. Y no solo eso, tal y como recoge el libro España ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Juan Velázquez, Iñaki Valiente y Juan Ignacio Ugartemendia, todos ellos profesores de la Universidad del País Vasco, España tiene setenta sentencias en contra entre los años 1988 y 2009 por la vulneracion de diferentes derechos humanos. No existe ningún país europeo que haya sido condenado en tantas ocasiones.
Por otro lado, es recurrente decir que en Venezuela no hay libertad de expresión. Insisto, no he estado allí y no puedo negarlo tajantemente, pero lo que sí que puedo contarles es que desde que llegó el Partido Popular al Gobierno, en España se han sucedido las presiones desde Moncloa y han fulminado a varios periodistas. Mediaset ha retirado a Jesús Cintora de Las mañanas de Cuatro por supuesta falta de objetividad. La misma casa también largó a Hilario Pino, presentador y director del informativo de Cuatro, pocos días después de incorporar al comienzo del telediario a emigrantes españoles en Perú que abucheaban a Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno. Ana Pastor se vio relegada de Los desayunos de TVE al poco de llegar el PP al poder. El fundador y director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, fue apartado tras 25 años al frente del diario por la línea dura de su periódico en contra de la corrupción de los populares en casos como el de Luis Bárcenas, extesorero del PP, o por destapar sin miramientos escándalos que salpicaban a la Casa Real.
En medios de distinta ideología se ha relacionado el relevo de Javier Moreno al frente de El País, sustituido por Antonio Caño, a cambio de una línea editorial más amable con Génova y una ayuda de Soraya Sáenz de Santamaría para que Prisa encontrara financiación para su deuda. También se señala a la vicepresidenta como la mano negra que animó a su íntimo amigo Juan Luis Cebrián, consejero delegado de El País y Prisa, para que enviase al incómodo e incisivo Carlos E. Cué, periodista de El País que cubría la actualidad del PP, a Argentina como corresponsal.
Y yo me pregunto: si un don nadie como yo tiene acceso a esta información, ¿no creen que los que señalan a Venezuela para tapar el hedor a corrupción y censura que desprende España no conocen esta realidad cuando hacen sus acusaciones hacia el país latinoamericano? España vive un mal momento en muchos aspectos como los señalados aquí, pero existe un amplio consenso para mirar a las Américas en vez de solucionar las faltas caseras.