HEBE marca tendencia
Texto y fotografías por Eider Burgos Palencia. Publicado en el número 7 (junio 2015).
Acaban de cumplir un año y ya han sido coronados como la mejor empresa júnior de nueva creación de España. Cinco universitarios y un propósito: visibilizar a los jóvenes talentos de la moda.
“Quién nos hubiera dicho hace un año que estaríamos aquí”. Una y otra vez, Edu Iracheta se lo repite a modo de mantra. Y cada vez que lo hace, una sonrisa le invade el rostro, mitad orgulloso, mitad incrédulo. Eider Burgos le copia el gesto, pero se remonta más allá: “Quién lo hubiera dicho aquel 3 de enero…”. Aquella tarde de bar, cuando el boceto de un desfile acabó derivando en toda una plataforma. En un movimiento que trataría de visibilizar a los talentos de la moda y jóvenes creadores que pueblan el País Vasco. Solo dos comenzaron el camino pero otras tres se han unido durante la marcha, y ahora comparten agenda con Ane Aldaya, Aurora Isla y Laura Ruiz. Ellos son HEBE, y el pasado 12 de marzo celebraron su primer aniversario por todo lo alto: son el I Premio Nacional de Júnior Empresa de Nueva Creación.
Pero vayamos por partes. De entrada, ¿qué es una júnior empresa? Una pequeña empresa —como su nombre indica— con carácter de asociación a nivel administrativo, hermanada con una universidad y que sirve a los estudiantes para aplicar lo aprendido en clase; en su mayoría, se quejan, simples lecciones teóricas. Al equipo HEBE, estudiantes de Publicidad y Periodismo en la Universidad del País Vasco, se les ha ido un poco de las manos, y la práctica en la vida real le ha tomado la delantera a la que les marca el aulario. Workshops sobre comunicación y creatividad, exposiciones, colaboraciones culturales —entre ellas, con el Museo Guggenheim—, street marketing… Todo tipo de comunicación creativa con tal de dar voz y voto a los que acaban de empezar en esto de las tendencias. Y su esfuerzo ha sido recompensado. Casi sin pretenderlo, se les ha reconocido como la mejor júnior a nivel nacional nacida durante el último año. “Nos presentamos con la esperanza de que alguien nos viera en el listado de candidatos”, reconoce Aurora. Y acabaron llevándose el oro. Así, es fácil comprender cuando comentan aquello de que la facultad se les empieza a quedar pequeña: “Muchas de las cosas que nos están enseñando ahora las llevamos haciendo meses para organizar este o aquel evento”.
Su día a día bascula entre las clases en la universidad y las tareas propias de un emprendedor: atención a clientes, reuniones, desarrollo de proyectos, gestión de redes sociales, tesorería… y búsqueda de financiación. “Rechazamos vivir de las subvenciones. Hoy puedes tenerlas, pero mañana tu benefactor se queda sin fondos y caes tú con él”, explica Edu. En HEBE prefieren salir adelante por otros medios, tratando de autofinanciarse a través de patrocinios, colaboraciones o haciendo valer su tiempo de trabajo. Más tarde, todo lo obtenido deberá ser reinvertido en la propia empresa o en la formación de sus miembros; así lo dicta el espíritu júnior.
Su juventud les ayuda en la búsqueda de soluciones creativas: generan ideas frescas y viven con las pilas constantemente cargadas. Pero, en ocasiones, también les pesa: “La primera vez que contactamos con un cliente suele ser por e-mail o por teléfono. A alguno se le ha notado la cara de sorpresa cuando nos hemos encontrado cara a cara”, reconoce Laura. Admiten que el premio les ha servido como voto de confianza y ha conseguido que muchos dejen de tratarlos como niños para aceptarlos en el mundo adulto. “Creen que como no has acabado la carrera no sabes lo que estás haciendo, que no tienes experiencia, pero nosotros hemos hecho diez veces más que la facultad”.
Son estudiantes, sí. Pero no de moda, otro hándicap al que en más de una ocasión han tenido que hacer frente. ¿Qué les trajo hasta el mundo fashionista? “Vimos que había un nicho de mercado importante. En el País Vasco hay muchísimos diseñadores de gran talento, pero no saben comunicar su trabajo —desgrana Edu—. Sin ir más lejos, el día que presentamos la plataforma al público lanzamos una pregunta: ¿Quién tiene un perfil en Facebook o Twitter? Casi nadie levantó la mano, ¡y es lo más básico!”. “Nosotros siempre recalcamos que no somos diseñadores —le sigue Ane—. No enseñamos cómo confeccionar; nuestros clientes ya saben hacer eso. Les ayudamos a hacerse ver”. “Cada día nos sumergimos en el tema para saber a qué nos enfrentamos —cuenta Eider—. Los dos primeros meses los pasamos de reunión en reunión para ver desde dentro cuáles eran las necesidades de los creadores, para descubrir qué querían realmente de nosotros”. “Y nunca dejamos de aprender. Al final, hasta es adictivo”, apostilla Laura.
Aprenden por igual, porque se tratan como iguales. Aunque Edu y Eider figuran como fundadores en el papel, en el mundo de carne y hueso nadie se sitúa por encima. Se organizan de manera horizontal, de forma que no existan jefes y empleados. Reconocen que unos tienen más mano en ciertos quehaceres, pero intentan compartir tareas y conocimientos y rechazan de lleno las jerarquías piramidales.
¿Y qué han aprendido de un año a esta parte? “Creo que, por encima de todo, una júnior te demuestra que da igual de dónde vengas o qué hayas estudiado —enuncia Eider—: puedes hacer lo que te propongas. La clave está en rodearte de la gente adecuada y aprender de ellos. Ya no tienes que esperar a que otro lo haga por ti, solo tienes que atreverte y ponerte en marcha”. “Y aceptar cuando algo sale mal —añade Aurora—. Los fracasos existen, pero lo importante es reconocer dónde ha estado el error para no volver a equivocarte. No hay que desanimarse”.
Si se les pregunta por el futuro, ellos prefieren plantarse en el presente. Se tomarán un descanso en verano, y alguno ya tiene puestas las miras en el extranjero. Aun así, se niegan a parar las máquinas. Cada semana surgen ideas nuevas, y dejarlas en el tintero no es una opción. “Lo único que tenemos claro es que queremos que HEBE siga hacia adelante y que cada día lucharemos por ello”, dice Edu convencido. “Aunque la mayoría de júnior que hemos conocido han tenido una vida muy corta, me dolería mucho que esto acabara ya. Al final, HEBE es como un hijo”, masculla Eider. Edu le mira y sonríe: “Es que... quién nos habría dicho hace un año que íbamos a llegar hasta aquí”.
“Quién nos hubiera dicho hace un año que estaríamos aquí”. Una y otra vez, Edu Iracheta se lo repite a modo de mantra. Y cada vez que lo hace, una sonrisa le invade el rostro, mitad orgulloso, mitad incrédulo. Eider Burgos le copia el gesto, pero se remonta más allá: “Quién lo hubiera dicho aquel 3 de enero…”. Aquella tarde de bar, cuando el boceto de un desfile acabó derivando en toda una plataforma. En un movimiento que trataría de visibilizar a los talentos de la moda y jóvenes creadores que pueblan el País Vasco. Solo dos comenzaron el camino pero otras tres se han unido durante la marcha, y ahora comparten agenda con Ane Aldaya, Aurora Isla y Laura Ruiz. Ellos son HEBE, y el pasado 12 de marzo celebraron su primer aniversario por todo lo alto: son el I Premio Nacional de Júnior Empresa de Nueva Creación.
Pero vayamos por partes. De entrada, ¿qué es una júnior empresa? Una pequeña empresa —como su nombre indica— con carácter de asociación a nivel administrativo, hermanada con una universidad y que sirve a los estudiantes para aplicar lo aprendido en clase; en su mayoría, se quejan, simples lecciones teóricas. Al equipo HEBE, estudiantes de Publicidad y Periodismo en la Universidad del País Vasco, se les ha ido un poco de las manos, y la práctica en la vida real le ha tomado la delantera a la que les marca el aulario. Workshops sobre comunicación y creatividad, exposiciones, colaboraciones culturales —entre ellas, con el Museo Guggenheim—, street marketing… Todo tipo de comunicación creativa con tal de dar voz y voto a los que acaban de empezar en esto de las tendencias. Y su esfuerzo ha sido recompensado. Casi sin pretenderlo, se les ha reconocido como la mejor júnior a nivel nacional nacida durante el último año. “Nos presentamos con la esperanza de que alguien nos viera en el listado de candidatos”, reconoce Aurora. Y acabaron llevándose el oro. Así, es fácil comprender cuando comentan aquello de que la facultad se les empieza a quedar pequeña: “Muchas de las cosas que nos están enseñando ahora las llevamos haciendo meses para organizar este o aquel evento”.
Su día a día bascula entre las clases en la universidad y las tareas propias de un emprendedor: atención a clientes, reuniones, desarrollo de proyectos, gestión de redes sociales, tesorería… y búsqueda de financiación. “Rechazamos vivir de las subvenciones. Hoy puedes tenerlas, pero mañana tu benefactor se queda sin fondos y caes tú con él”, explica Edu. En HEBE prefieren salir adelante por otros medios, tratando de autofinanciarse a través de patrocinios, colaboraciones o haciendo valer su tiempo de trabajo. Más tarde, todo lo obtenido deberá ser reinvertido en la propia empresa o en la formación de sus miembros; así lo dicta el espíritu júnior.
Su juventud les ayuda en la búsqueda de soluciones creativas: generan ideas frescas y viven con las pilas constantemente cargadas. Pero, en ocasiones, también les pesa: “La primera vez que contactamos con un cliente suele ser por e-mail o por teléfono. A alguno se le ha notado la cara de sorpresa cuando nos hemos encontrado cara a cara”, reconoce Laura. Admiten que el premio les ha servido como voto de confianza y ha conseguido que muchos dejen de tratarlos como niños para aceptarlos en el mundo adulto. “Creen que como no has acabado la carrera no sabes lo que estás haciendo, que no tienes experiencia, pero nosotros hemos hecho diez veces más que la facultad”.
Son estudiantes, sí. Pero no de moda, otro hándicap al que en más de una ocasión han tenido que hacer frente. ¿Qué les trajo hasta el mundo fashionista? “Vimos que había un nicho de mercado importante. En el País Vasco hay muchísimos diseñadores de gran talento, pero no saben comunicar su trabajo —desgrana Edu—. Sin ir más lejos, el día que presentamos la plataforma al público lanzamos una pregunta: ¿Quién tiene un perfil en Facebook o Twitter? Casi nadie levantó la mano, ¡y es lo más básico!”. “Nosotros siempre recalcamos que no somos diseñadores —le sigue Ane—. No enseñamos cómo confeccionar; nuestros clientes ya saben hacer eso. Les ayudamos a hacerse ver”. “Cada día nos sumergimos en el tema para saber a qué nos enfrentamos —cuenta Eider—. Los dos primeros meses los pasamos de reunión en reunión para ver desde dentro cuáles eran las necesidades de los creadores, para descubrir qué querían realmente de nosotros”. “Y nunca dejamos de aprender. Al final, hasta es adictivo”, apostilla Laura.
Aprenden por igual, porque se tratan como iguales. Aunque Edu y Eider figuran como fundadores en el papel, en el mundo de carne y hueso nadie se sitúa por encima. Se organizan de manera horizontal, de forma que no existan jefes y empleados. Reconocen que unos tienen más mano en ciertos quehaceres, pero intentan compartir tareas y conocimientos y rechazan de lleno las jerarquías piramidales.
¿Y qué han aprendido de un año a esta parte? “Creo que, por encima de todo, una júnior te demuestra que da igual de dónde vengas o qué hayas estudiado —enuncia Eider—: puedes hacer lo que te propongas. La clave está en rodearte de la gente adecuada y aprender de ellos. Ya no tienes que esperar a que otro lo haga por ti, solo tienes que atreverte y ponerte en marcha”. “Y aceptar cuando algo sale mal —añade Aurora—. Los fracasos existen, pero lo importante es reconocer dónde ha estado el error para no volver a equivocarte. No hay que desanimarse”.
Si se les pregunta por el futuro, ellos prefieren plantarse en el presente. Se tomarán un descanso en verano, y alguno ya tiene puestas las miras en el extranjero. Aun así, se niegan a parar las máquinas. Cada semana surgen ideas nuevas, y dejarlas en el tintero no es una opción. “Lo único que tenemos claro es que queremos que HEBE siga hacia adelante y que cada día lucharemos por ello”, dice Edu convencido. “Aunque la mayoría de júnior que hemos conocido han tenido una vida muy corta, me dolería mucho que esto acabara ya. Al final, HEBE es como un hijo”, masculla Eider. Edu le mira y sonríe: “Es que... quién nos habría dicho hace un año que íbamos a llegar hasta aquí”.