ENTREVISTA
Gonzalo Abril: “Me he enfrentado al establishment académico, que en este momento está apostando claramente por el ‘toma el dinero y corre’, por una indecencia y por un sacrificio de la calidad docente y de los objetivos que supuestamente persiguen los estudios de posgrado”
Entrevista por Ángel del Palacio Tamarit. Fotos por Ana García Abad y Ángel del Palacio. Publicado en el número 3 (julio 2014).
El pasado curso académico 2012-13 fue profesor de Semiótica de la Cultura en el Máster en Investigación en Periodismo: discurso y comunicación, cuyo porcentaje de alumnos de nacionalidad china era aproximadamente de un 80%. Nueve de estos estudiantes chinos a los que él había suspendido interpusieron una reclamación ante la coordinación del máster, la cual, tras formarse un tribunal de reclamación, decidió apartar al profesor Abril de su función evaluadora y aprobar a estos estudiantes, previa realización de un trabajo escrito. El profesor, no satisfecho con la resolución de la universidad e indignado con la situación, interpuso una reclamación ante un tribunal de lo contencioso administrativo cuyo proceso está en curso. Este caso particular refleja la situación de degradación de la calidad de la enseñanza en la universidad pública como consecuencia de la subida de tasas y los recortes en educación. Hablamos con el profesor Abril para que nos cuente la situación e indagar en las causas y consecuencias del actual modelo educativo.
El alto porcentaje de estudiantes chinos en las universidades españolas es un fenómeno relativamente reciente, ¿a qué cree que se debe?
Sería interesante saber por qué ha habido este cambio en la composición. Yo tengo la sospecha de que se debe fundamentalmente a que los estudiantes españoles y latinoamericanos no pueden afrontar hoy el pago de matrículas tan altas. De tal manera que se opta por reclutar alumnos, que verdaderamente habría que decir que no son ya alumnos en el sentido clásico, sino puramente clientes que pagan su matrícula. Y lo digo por una razón: en el caso concreto de los estudiantes chinos a los que yo impartí clase el año pasado, la casi totalidad de ellos eran por completo ajenos en su formación y en sus intereses al periodismo, y mucho más ajenos aún a la investigación del periodismo. Tengo buenos motivos para decirlo, porque, entre otras cosas, hago un cuestionario a principio de curso y también hablo con ellos. Por lo que yo sé, lo que quieren es obtener algún título español, mejorar su idioma —porque realmente tienen unas condiciones muy malas de comprensión y expresión en castellano— y poder conseguir trabajo luego en América Latina. En este sentido hay que decir que el contenido de los másteres es un tanto secundario. O sea, que a ellos les da igual estar en filología, en historia o estar en periodismo con tal de que se den estas condiciones que he dicho: practicar el idioma y tener un título.
¿Cuál fue el motivo de la reclamación que le hicieron los alumnos?
Un grupo de nueve estudiantes chinos hicieron una reclamación. No es insólito que todos los reclamantes fuesen chinos porque el 80% eran estudiantes de nacionalidad china. Naturalmente, yo había suspendido a estudiantes chinos y a estudiantes españoles, y habían tenido buenas notas también estudiantes de los distintos países. Alguien había guiado su mano para poder escribir y hacer inteligible, al menos, la reclamación que hacían. Lo que proponía esa reclamación es que había una discrepancia entre el programa oficial de la asignatura y el que yo había impartido. La cuestión es que el programa oficial de la asignatura también lo había hecho yo, y el programa que había impartido y que se había publicado en el campus virtual había modificado el método de evaluación por una razón muy sencilla: al encontrarme el primer día de clase con tal cantidad de estudiantes chinos pensé que el modo de evaluar que tenía fijado iba a conducir al desastre. Yo pedía hacer unos trabajos escritos con algunas exigencias que sabía, por mi conocimiento previo de estudiantes chinos en otras docencias, no iban a poder cumplir. Lo que hice fue en cierta manera facilitar el camino, pero esto sirvió como excusa para poderme reclamar una especie de incumplimiento del contrato. Desgraciadamente, se ha impuesto en la universidad esta idea clientelar o de relación proveedor-cliente, en la cual si uno se desvía del programa oficial parece que está incumpliendo un contrato, cuando creo que una docencia de calidad siempre debe tener la posibilidad de desviarse del programa. Tú te debes adaptar al perfil de tus estudiantes, a sus demandas, al cambiante contenido de las asignaturas que va siendo propuesto por la innovación y por la investigación.
Es interesante que la reclamación se hizo en la convocatoria de febrero, y estos estudiantes no esperaron a la convocatoria de septiembre, cuando tenían una segunda oportunidad para ser evaluados. La razón, supongo, es que había algún motivo de visa o de billete que exigía que el título se lo llevaran fresco antes de septiembre. Esto para mí ha sido un motivo de disgusto.
El alto porcentaje de estudiantes chinos en las universidades españolas es un fenómeno relativamente reciente, ¿a qué cree que se debe?
Sería interesante saber por qué ha habido este cambio en la composición. Yo tengo la sospecha de que se debe fundamentalmente a que los estudiantes españoles y latinoamericanos no pueden afrontar hoy el pago de matrículas tan altas. De tal manera que se opta por reclutar alumnos, que verdaderamente habría que decir que no son ya alumnos en el sentido clásico, sino puramente clientes que pagan su matrícula. Y lo digo por una razón: en el caso concreto de los estudiantes chinos a los que yo impartí clase el año pasado, la casi totalidad de ellos eran por completo ajenos en su formación y en sus intereses al periodismo, y mucho más ajenos aún a la investigación del periodismo. Tengo buenos motivos para decirlo, porque, entre otras cosas, hago un cuestionario a principio de curso y también hablo con ellos. Por lo que yo sé, lo que quieren es obtener algún título español, mejorar su idioma —porque realmente tienen unas condiciones muy malas de comprensión y expresión en castellano— y poder conseguir trabajo luego en América Latina. En este sentido hay que decir que el contenido de los másteres es un tanto secundario. O sea, que a ellos les da igual estar en filología, en historia o estar en periodismo con tal de que se den estas condiciones que he dicho: practicar el idioma y tener un título.
¿Cuál fue el motivo de la reclamación que le hicieron los alumnos?
Un grupo de nueve estudiantes chinos hicieron una reclamación. No es insólito que todos los reclamantes fuesen chinos porque el 80% eran estudiantes de nacionalidad china. Naturalmente, yo había suspendido a estudiantes chinos y a estudiantes españoles, y habían tenido buenas notas también estudiantes de los distintos países. Alguien había guiado su mano para poder escribir y hacer inteligible, al menos, la reclamación que hacían. Lo que proponía esa reclamación es que había una discrepancia entre el programa oficial de la asignatura y el que yo había impartido. La cuestión es que el programa oficial de la asignatura también lo había hecho yo, y el programa que había impartido y que se había publicado en el campus virtual había modificado el método de evaluación por una razón muy sencilla: al encontrarme el primer día de clase con tal cantidad de estudiantes chinos pensé que el modo de evaluar que tenía fijado iba a conducir al desastre. Yo pedía hacer unos trabajos escritos con algunas exigencias que sabía, por mi conocimiento previo de estudiantes chinos en otras docencias, no iban a poder cumplir. Lo que hice fue en cierta manera facilitar el camino, pero esto sirvió como excusa para poderme reclamar una especie de incumplimiento del contrato. Desgraciadamente, se ha impuesto en la universidad esta idea clientelar o de relación proveedor-cliente, en la cual si uno se desvía del programa oficial parece que está incumpliendo un contrato, cuando creo que una docencia de calidad siempre debe tener la posibilidad de desviarse del programa. Tú te debes adaptar al perfil de tus estudiantes, a sus demandas, al cambiante contenido de las asignaturas que va siendo propuesto por la innovación y por la investigación.
Es interesante que la reclamación se hizo en la convocatoria de febrero, y estos estudiantes no esperaron a la convocatoria de septiembre, cuando tenían una segunda oportunidad para ser evaluados. La razón, supongo, es que había algún motivo de visa o de billete que exigía que el título se lo llevaran fresco antes de septiembre. Esto para mí ha sido un motivo de disgusto.
¿Qué medidas adoptó la coordinación del máster ante dicha reclamación?
La directora formó un tribunal de reclamaciones. Esto no es raro; está prescrito que cuando haya reclamaciones se forme un tribunal. Lo que es verdaderamente raro, extraordinario, insólito y yo no conozco ningún precedente es que este tribunal decida quitarme de la función evaluadora. Me apartan de en medio y deciden que van a evaluar ellos a los estudiantes, teniendo en cuenta un elemento muy importante: ninguno de los miembros de ese tribunal de reclamaciones son especialistas en la asignatura Semiótica de la Comunicación, que, para bien o para mal, es una asignatura muy específica y tiene una competencia muy propia.
¿Cuál fue el resultado de la nueva evaluación que hizo el tribunal?
Como era de esperar, su evaluación aprueba a todos esos estudiantes, algunos incluso con nota, simplemente mediante la presentación de un trabajo hecho en casa, es decir, no hecho presencialmente. Trabajos que, como luego he podido verificar, son de una calidad ínfima.
¿Cuál fue su reacción?
Hice un recurso de alzada ante el rectorado. El rectorado suele responder a estas cosas siguiendo un guión ya establecido: evitar problemas, por lo que me negaron la razón. También hay que tener en cuenta que yo creo que el rectorado es cómplice de la política de recaudación a cualquier precio. Esta, me temo, es la de mantener las sillas calientes, mantener llenas las aulas. Cuando el rectorado de la Complutense no satisfizo mi demanda, reclamé ante un tribunal de lo contencioso-administrativo, pagando de mi bolsillo los costes judiciales, que en este momento son muy altos. A mí esta reclamación me va a costar bastante dinero. Calculo que cerca de los dos mil euros, lo cual no es ninguna tontería. Es decir que, en este momento, hay un proceso judicial de reclamación por mi parte, demanda en la cual yo pido que se anule la decisión de ese tribunal de reclamaciones que, desde mi punto de vista, su único objetivo es aprobar a los estudiantes, y, en consecuencia, considero que es arbitraria.
¿Cuáles fueron sus motivos para recurrir por la vía judicial?
Digamos que mis motivos para hacer esa reclamación fueron básicamente morales y, podría decir también, políticos. Sentí que había dos grandes fallos: uno, se estaba pervirtiendo la función evaluadora que tenemos los profesores, y en segundo lugar, se estaba haciendo un agravio comparativo a los estudiantes que habían preparado seriamente, con rigor y con honestidad la asignatura. Me parece inaceptable que se llegue a una situación en la cual estudiantes que habían trabajado seriamente y habían cumplido con la evaluación, incluso con buenas calificaciones, tanto españoles como chinos, hayan pasado por ahí y que a otros estudiantes se les regale el título. Me he enfrentado, una vez más debo decir, al establishment académico, que en este momento está apostando claramente por el “toma el dinero y corre”, por una indecencia y por un sacrificio de la calidad docente y de los objetivos que supuestamente persiguen los estudios de posgrado.
La directora formó un tribunal de reclamaciones. Esto no es raro; está prescrito que cuando haya reclamaciones se forme un tribunal. Lo que es verdaderamente raro, extraordinario, insólito y yo no conozco ningún precedente es que este tribunal decida quitarme de la función evaluadora. Me apartan de en medio y deciden que van a evaluar ellos a los estudiantes, teniendo en cuenta un elemento muy importante: ninguno de los miembros de ese tribunal de reclamaciones son especialistas en la asignatura Semiótica de la Comunicación, que, para bien o para mal, es una asignatura muy específica y tiene una competencia muy propia.
¿Cuál fue el resultado de la nueva evaluación que hizo el tribunal?
Como era de esperar, su evaluación aprueba a todos esos estudiantes, algunos incluso con nota, simplemente mediante la presentación de un trabajo hecho en casa, es decir, no hecho presencialmente. Trabajos que, como luego he podido verificar, son de una calidad ínfima.
¿Cuál fue su reacción?
Hice un recurso de alzada ante el rectorado. El rectorado suele responder a estas cosas siguiendo un guión ya establecido: evitar problemas, por lo que me negaron la razón. También hay que tener en cuenta que yo creo que el rectorado es cómplice de la política de recaudación a cualquier precio. Esta, me temo, es la de mantener las sillas calientes, mantener llenas las aulas. Cuando el rectorado de la Complutense no satisfizo mi demanda, reclamé ante un tribunal de lo contencioso-administrativo, pagando de mi bolsillo los costes judiciales, que en este momento son muy altos. A mí esta reclamación me va a costar bastante dinero. Calculo que cerca de los dos mil euros, lo cual no es ninguna tontería. Es decir que, en este momento, hay un proceso judicial de reclamación por mi parte, demanda en la cual yo pido que se anule la decisión de ese tribunal de reclamaciones que, desde mi punto de vista, su único objetivo es aprobar a los estudiantes, y, en consecuencia, considero que es arbitraria.
¿Cuáles fueron sus motivos para recurrir por la vía judicial?
Digamos que mis motivos para hacer esa reclamación fueron básicamente morales y, podría decir también, políticos. Sentí que había dos grandes fallos: uno, se estaba pervirtiendo la función evaluadora que tenemos los profesores, y en segundo lugar, se estaba haciendo un agravio comparativo a los estudiantes que habían preparado seriamente, con rigor y con honestidad la asignatura. Me parece inaceptable que se llegue a una situación en la cual estudiantes que habían trabajado seriamente y habían cumplido con la evaluación, incluso con buenas calificaciones, tanto españoles como chinos, hayan pasado por ahí y que a otros estudiantes se les regale el título. Me he enfrentado, una vez más debo decir, al establishment académico, que en este momento está apostando claramente por el “toma el dinero y corre”, por una indecencia y por un sacrificio de la calidad docente y de los objetivos que supuestamente persiguen los estudios de posgrado.
Tengo entendido que usted imparte docencia en el máster de Análisis sociocultural del conocimiento y de la comunicación en la misma facultad de Ciencias de la Información. ¿Han tenido el mismo problema? ¿Cómo lo han afrontado?
Ahí hemos tenido y tenemos el mismo problema de bajón importante de la demanda. Las tasas son muy altas y muchos estudiantes a los que les gustaría cursar los másteres no pueden hacerlo. Sin embargo, la política en este máster no es la de llenar las clases a cualquier precio. Hay una fuerte demanda de estudiantes chinos y para nosotros estos son iguales que los estudiantes de cualquier otro sitio. Se exige, por ejemplo, un título de español en el caso de los estudiantes extranjeros no hispanoparlantes, pero sabemos también que no basta con un título de español. No garantizan en absoluto que los estudiantes tengan un conocimiento real del idioma. Esto es lo que ocurría en el máster de Investigación en Periodismo el año pasado. La mayoría de los estudiantes asistían habitualmente a clase, pero no se enteraban de nada. Cuando tenemos dudas sobre la preparación de estos estudiantes hacemos una entrevista y vemos si efectivamente su conocimiento del idioma es suficiente. Este año me parece que tenemos tres estudiantes chinos, que son un pequeño porcentaje del conjunto, no porque se discrimine a los estudiantes chinos, sino porque se excluye a los estudiantes que no tienen una preparación suficiente en el idioma.
Actualmente la Universidad Complutense se encuentra en una situación de precariedad económica. ¿Qué solución se podría buscar para no rechazar esta demanda sin perjudicar la calidad de la enseñanza?
Tengo noticias a través de un profesor cubano que trabaja en una universidad pública madrileña, que en Cuba se habían encontrado con un problema semejante. Había también mucha demanda de estudiantes chinos, y también con esta especie de afán indiferenciado por conseguir algún título en Humanidades o Ciencias sociales. Parece ser que lo que hicieron en Cuba fue justamente esto: crear unos estudios específicos para estos estudiantes, con el perfil de estos estudiantes y ajustado a la demanda de estos estudiantes. Aquí se podría haber creado, por ejemplo, un máster en iniciación o producción a la lengua y a la cultura hispana o iberoamericana, y específicamente dedicado a estudiantes chinos. No se ha hecho eso porque supongo que para la gente que dirige un máster en Investigación en Periodismo, algo tan rimbombante, o en filología, supone un mayor capital simbólico el ser coordinadores de un máster con este título que en un máster sobre cultura general para estudiantes chinos. Una vez más, aparecen aquí también esos rastros tan característicos de la cultura española en general y de la cultura académica en particular como son el clientelismo, el amor al chiringuito, el controlar una pequeña finca o parcela académica que es algo que no nos hemos conseguido sacudir y que pienso que va a más.
¿A dónde cree que nos lleva este modelo educativo y las reformas que se han aplicado en este sector?
Hasta ahora creo que la reforma de los estudios superiores, conocida popularmente como el Plan Boloña, está evidenciando un gran fracaso educativo. Los estudiantes que se movilizaron muy activamente hace cinco o seis años en diversas partes del estado español en contra de esta reforma mostraron ser muy buenos analistas. Sus diagnósticos en términos generales creo que se han cumplido sobradamente. Tenían razón. Sabían y denunciaban entonces que esta reforma estaba encaminada a generar nuevamente diferencias sociales, diferencias de acceso a la enseñanza que pensábamos históricamente superadas. Sabemos hoy día que con el precio de las tasas y la disminución de las becas estamos volviendo a un modelo clasista en el que solo algunos sectores, por supuesto de las clases altas o dominantes, van a tener acceso a la universidad, mientras que los sectores más subalternos van a tener cada vez más dificultades en acceder a la universidad. Creo que llenar las clases de estudiantes chinos solamente por seguir manteniendo un nivel de recaudación de tasas sin ofrecer una calidad docente es un caso particular de fenómeno general. Soy pesimista respecto a la evolución que están teniendo los planes de estudio y las políticas educativas en la universidad. Se están dando situaciones tan paradójicas como que estudiantes o jóvenes profesionales españoles actualmente están emigrando a países de América Latina para conseguir allí trabajo como docentes. Esto se debe no sólo al efecto empuje, al hecho de que tienen que marcharse de aquí porque no hay trabajo, sino que se les ofrece trabajo fuera porque tienen una buena cualificación. A este paso, dentro de unos años, en los que la situación económica es difícil que mejore notoriamente, ni siquiera va a haber eso, porque los universitarios no van a salir igual de bien preparados que estos estudiantes que actualmente están emigrando. Pienso que en general estas políticas neoliberales que han inspirado estas reformas recientes, y no digamos ya los ajustes, nos conducen a una especie de suicidio colectivo. En esto como en otras muchas cosas, como la sanidad o la educación en los niveles primario y secundario, es fundamental que haya un cambio. Por fortuna, estamos asistiendo a varios indicios muy esperanzadores de cambio social. Las últimas elecciones europeas han indicado que un número creciente de la población española está reclamando unos cambios contrarios a esas políticas neoliberales. Ojalá que en los años futuros podamos ir en esa dirección de revisar esas políticas suicidas.
Ahí hemos tenido y tenemos el mismo problema de bajón importante de la demanda. Las tasas son muy altas y muchos estudiantes a los que les gustaría cursar los másteres no pueden hacerlo. Sin embargo, la política en este máster no es la de llenar las clases a cualquier precio. Hay una fuerte demanda de estudiantes chinos y para nosotros estos son iguales que los estudiantes de cualquier otro sitio. Se exige, por ejemplo, un título de español en el caso de los estudiantes extranjeros no hispanoparlantes, pero sabemos también que no basta con un título de español. No garantizan en absoluto que los estudiantes tengan un conocimiento real del idioma. Esto es lo que ocurría en el máster de Investigación en Periodismo el año pasado. La mayoría de los estudiantes asistían habitualmente a clase, pero no se enteraban de nada. Cuando tenemos dudas sobre la preparación de estos estudiantes hacemos una entrevista y vemos si efectivamente su conocimiento del idioma es suficiente. Este año me parece que tenemos tres estudiantes chinos, que son un pequeño porcentaje del conjunto, no porque se discrimine a los estudiantes chinos, sino porque se excluye a los estudiantes que no tienen una preparación suficiente en el idioma.
Actualmente la Universidad Complutense se encuentra en una situación de precariedad económica. ¿Qué solución se podría buscar para no rechazar esta demanda sin perjudicar la calidad de la enseñanza?
Tengo noticias a través de un profesor cubano que trabaja en una universidad pública madrileña, que en Cuba se habían encontrado con un problema semejante. Había también mucha demanda de estudiantes chinos, y también con esta especie de afán indiferenciado por conseguir algún título en Humanidades o Ciencias sociales. Parece ser que lo que hicieron en Cuba fue justamente esto: crear unos estudios específicos para estos estudiantes, con el perfil de estos estudiantes y ajustado a la demanda de estos estudiantes. Aquí se podría haber creado, por ejemplo, un máster en iniciación o producción a la lengua y a la cultura hispana o iberoamericana, y específicamente dedicado a estudiantes chinos. No se ha hecho eso porque supongo que para la gente que dirige un máster en Investigación en Periodismo, algo tan rimbombante, o en filología, supone un mayor capital simbólico el ser coordinadores de un máster con este título que en un máster sobre cultura general para estudiantes chinos. Una vez más, aparecen aquí también esos rastros tan característicos de la cultura española en general y de la cultura académica en particular como son el clientelismo, el amor al chiringuito, el controlar una pequeña finca o parcela académica que es algo que no nos hemos conseguido sacudir y que pienso que va a más.
¿A dónde cree que nos lleva este modelo educativo y las reformas que se han aplicado en este sector?
Hasta ahora creo que la reforma de los estudios superiores, conocida popularmente como el Plan Boloña, está evidenciando un gran fracaso educativo. Los estudiantes que se movilizaron muy activamente hace cinco o seis años en diversas partes del estado español en contra de esta reforma mostraron ser muy buenos analistas. Sus diagnósticos en términos generales creo que se han cumplido sobradamente. Tenían razón. Sabían y denunciaban entonces que esta reforma estaba encaminada a generar nuevamente diferencias sociales, diferencias de acceso a la enseñanza que pensábamos históricamente superadas. Sabemos hoy día que con el precio de las tasas y la disminución de las becas estamos volviendo a un modelo clasista en el que solo algunos sectores, por supuesto de las clases altas o dominantes, van a tener acceso a la universidad, mientras que los sectores más subalternos van a tener cada vez más dificultades en acceder a la universidad. Creo que llenar las clases de estudiantes chinos solamente por seguir manteniendo un nivel de recaudación de tasas sin ofrecer una calidad docente es un caso particular de fenómeno general. Soy pesimista respecto a la evolución que están teniendo los planes de estudio y las políticas educativas en la universidad. Se están dando situaciones tan paradójicas como que estudiantes o jóvenes profesionales españoles actualmente están emigrando a países de América Latina para conseguir allí trabajo como docentes. Esto se debe no sólo al efecto empuje, al hecho de que tienen que marcharse de aquí porque no hay trabajo, sino que se les ofrece trabajo fuera porque tienen una buena cualificación. A este paso, dentro de unos años, en los que la situación económica es difícil que mejore notoriamente, ni siquiera va a haber eso, porque los universitarios no van a salir igual de bien preparados que estos estudiantes que actualmente están emigrando. Pienso que en general estas políticas neoliberales que han inspirado estas reformas recientes, y no digamos ya los ajustes, nos conducen a una especie de suicidio colectivo. En esto como en otras muchas cosas, como la sanidad o la educación en los niveles primario y secundario, es fundamental que haya un cambio. Por fortuna, estamos asistiendo a varios indicios muy esperanzadores de cambio social. Las últimas elecciones europeas han indicado que un número creciente de la población española está reclamando unos cambios contrarios a esas políticas neoliberales. Ojalá que en los años futuros podamos ir en esa dirección de revisar esas políticas suicidas.