Estocolmo capital de España
Texto por Adri V. Barbón
El 23 de agosto de 1973, Jan-Erik «Janne» Olsson se encaminó, tras un desayuno quizá no muy rico en fibra, a una de las sucursales que el Banco de Crédito de Suecia tiene en el distrito de Norrmalm, en Estocolmo.
Fuera el almuerzo frugal, fuera que lo llevaba pensado de antes, el bueno de Olsson decidió cambiar la estrategia natural de solicitar el crédito por la de exigirlo, y cuanto antes, rehenes mediante. Además de que llevaran a un colega suyo que cumplía condena, y armas, chalecos antibalas, un vehículo. Durante cinco días tuvo cuatro personas retenidas contra su voluntad a las que amenazó de muerte y puso sogas al cuello. Algunos de los rehenes llegaron a afirmar que no tenían ningún miedo de su captor y sí de la policía o que el joven Jean-Erik era un tipo en el que confiar y con el que darían la vuelta al mundo.
El psiquiatra y catedrático en medicina social Nils Bejerot, que asesoró a la policía sueca durante el secuestro, dio en llamar a esta reacción afectiva de los capturados respecto a sus captores Síndrome de Estocolmo. Consiguió distinguir y documentar ciertos puntos que identifican al síndrome, algunos tales como que el rehén busca salir ileso y eso le lleva a cooperar con el captor; que los rehenes tratan de cumplir los deseos de los secuestradores; que nace una relación emocional de las victimas sobre los autores del delito que, al entenderlos como benefactores, entienden que hay que agradecerles sus actos. El doctor Bejerot dice que este comportamiento surge debido a que el rehén se siente aislado, abandonado, olvidado y amenazado por las autoridades.
Viene esto a que el rey se va a la República Dominicana y respetando las distancias (mascarillas mediante) uno puede bajar al bar a escuchar todas esas intenciones que no reflejan los sondeos y empieza a tener la sensación de que España es un país en el que el grueso de la población siente un vínculo afectivo por sus captores, por los delincuentes. España tiene síndrome de Estocolmo. La gente, a más de metro y medio de mí, y separada entre sí empieza a enumerar méritos y deméritos del emérito y discuten defendiéndolo a capa y espada de cualquiera que le ataque. Que si campechano, que si la democracia, que si sus labores. Cuando empiezan a mermar las fuerzas entre los juancarlistas, pasan al ataque y enumeran corruptelas varias de los captores de los demás.
Mientras decido pedir otra apurando el día libre con la firme intención de dejar de escuchar conversaciones ajenas, me da tiempo a comprobar como ninguno de los casos que se lanzan a la cara es cierto: ni los ERE en Andalucía, ni Feijóo fotografiado con narcotraficantes, ni la trama Gürtel, ni los contratos a dedo del Servicio Cántabro de Salud, ni el tres per cent en Cataluña. Ni por supuesto nada que haya hecho Juan Carlos de Borbón. Nada ha sucedido. Es mentira. Todo es mentira. Todos defienden a sus captores y desconfían de nadie que les afee la conducta. E irían con cualquiera de los autores de esas tramas corruptas al fin del mundo. Nada de lo que les acusen es cierto. Del mismo modo que ninguno de los manuales internacionales de clasificación de trastornos psicopatológicos incluyen entre sus páginas el Síndrome de Estocolmo.
Fuera el almuerzo frugal, fuera que lo llevaba pensado de antes, el bueno de Olsson decidió cambiar la estrategia natural de solicitar el crédito por la de exigirlo, y cuanto antes, rehenes mediante. Además de que llevaran a un colega suyo que cumplía condena, y armas, chalecos antibalas, un vehículo. Durante cinco días tuvo cuatro personas retenidas contra su voluntad a las que amenazó de muerte y puso sogas al cuello. Algunos de los rehenes llegaron a afirmar que no tenían ningún miedo de su captor y sí de la policía o que el joven Jean-Erik era un tipo en el que confiar y con el que darían la vuelta al mundo.
El psiquiatra y catedrático en medicina social Nils Bejerot, que asesoró a la policía sueca durante el secuestro, dio en llamar a esta reacción afectiva de los capturados respecto a sus captores Síndrome de Estocolmo. Consiguió distinguir y documentar ciertos puntos que identifican al síndrome, algunos tales como que el rehén busca salir ileso y eso le lleva a cooperar con el captor; que los rehenes tratan de cumplir los deseos de los secuestradores; que nace una relación emocional de las victimas sobre los autores del delito que, al entenderlos como benefactores, entienden que hay que agradecerles sus actos. El doctor Bejerot dice que este comportamiento surge debido a que el rehén se siente aislado, abandonado, olvidado y amenazado por las autoridades.
Viene esto a que el rey se va a la República Dominicana y respetando las distancias (mascarillas mediante) uno puede bajar al bar a escuchar todas esas intenciones que no reflejan los sondeos y empieza a tener la sensación de que España es un país en el que el grueso de la población siente un vínculo afectivo por sus captores, por los delincuentes. España tiene síndrome de Estocolmo. La gente, a más de metro y medio de mí, y separada entre sí empieza a enumerar méritos y deméritos del emérito y discuten defendiéndolo a capa y espada de cualquiera que le ataque. Que si campechano, que si la democracia, que si sus labores. Cuando empiezan a mermar las fuerzas entre los juancarlistas, pasan al ataque y enumeran corruptelas varias de los captores de los demás.
Mientras decido pedir otra apurando el día libre con la firme intención de dejar de escuchar conversaciones ajenas, me da tiempo a comprobar como ninguno de los casos que se lanzan a la cara es cierto: ni los ERE en Andalucía, ni Feijóo fotografiado con narcotraficantes, ni la trama Gürtel, ni los contratos a dedo del Servicio Cántabro de Salud, ni el tres per cent en Cataluña. Ni por supuesto nada que haya hecho Juan Carlos de Borbón. Nada ha sucedido. Es mentira. Todo es mentira. Todos defienden a sus captores y desconfían de nadie que les afee la conducta. E irían con cualquiera de los autores de esas tramas corruptas al fin del mundo. Nada de lo que les acusen es cierto. Del mismo modo que ninguno de los manuales internacionales de clasificación de trastornos psicopatológicos incluyen entre sus páginas el Síndrome de Estocolmo.
Publicado el 5 de agosto de 2020