Es trabajo, chicos
Por Ivan Castillo Otero. Publicado en el número 3 (julio 2014).
Frase real oída en la oficina: “Pero... es trabajo, chicos”. Esta era la respuesta de los jefes a la queja de que con bilingüismo y trabajando seis días a la semana, el salario cobrado era indigno. Finalizamos nuestra jornada y camino del metro intercambiamos opiniones. Todos los compañeros de trabajo creemos que hemos entrado en una dinámica peligrosa. Un individuo con una carrera universitaria y un máster tiene que conformarse con cobrar entre tres y cuatro euros a la hora en un empleo que nada tiene que ver con lo estudiado. Casi peor es cuando el trabajo es de lo tuyo y quieren que trabajes cincuenta horas de lunes a viernes y otras cuatro los domingos por seiscientos cincuenta euros.
Continuamos la charla. Si por dignidad decides rechazar este tipo de empleos, no cotizas; y como te despistes en el tema de la cotización, no tienes ni derecho a las prestaciones de la Seguridad Social. Desde el Gobierno alababan la emigración, lo que ellos llaman movilidad exterior. Era la solución amistosa para todos. Ahora resulta que el españolito medio que está viajando a Alemania para buscarse la vida está viviendo casos de explotación. Hace unos meses oía en televisión a un futbolista español que juega en la liga inglesa declarar que cuando se hospeda en un hotel con su equipo, siempre se encuentra con un buen puñado de empleados españoles. Dejando claro que creo que es un empleo más que digno, me pregunto si es justo que una persona con estudios, ilusiones, ambición, expectativas e idiomas se esté ganando las habichuelas cambiando sábanas en un hotel de Londres. ¿Eso es lo que nuestros gobernantes consideran beneficioso para los jóvenes?
Volvamos a la oficina. Días después, una compañera presenta su baja voluntaria. Se va a Irlanda a limpiar escaleras o lo que sea. Dice que para hacerlo en España por dos duros, se va y al menos mejora su inglés. Es triste, pero no le falta razón. Por un momento reflexiono y recuerdo el “sin derechos, sin futuro, no tengo nada” de la foto de la portada de este número. A contracorriente lucharemos para que esto deje de ser lo normal.
Continuamos la charla. Si por dignidad decides rechazar este tipo de empleos, no cotizas; y como te despistes en el tema de la cotización, no tienes ni derecho a las prestaciones de la Seguridad Social. Desde el Gobierno alababan la emigración, lo que ellos llaman movilidad exterior. Era la solución amistosa para todos. Ahora resulta que el españolito medio que está viajando a Alemania para buscarse la vida está viviendo casos de explotación. Hace unos meses oía en televisión a un futbolista español que juega en la liga inglesa declarar que cuando se hospeda en un hotel con su equipo, siempre se encuentra con un buen puñado de empleados españoles. Dejando claro que creo que es un empleo más que digno, me pregunto si es justo que una persona con estudios, ilusiones, ambición, expectativas e idiomas se esté ganando las habichuelas cambiando sábanas en un hotel de Londres. ¿Eso es lo que nuestros gobernantes consideran beneficioso para los jóvenes?
Volvamos a la oficina. Días después, una compañera presenta su baja voluntaria. Se va a Irlanda a limpiar escaleras o lo que sea. Dice que para hacerlo en España por dos duros, se va y al menos mejora su inglés. Es triste, pero no le falta razón. Por un momento reflexiono y recuerdo el “sin derechos, sin futuro, no tengo nada” de la foto de la portada de este número. A contracorriente lucharemos para que esto deje de ser lo normal.