Es la hora de los monstruos
Texto por Iván Castillo Otero. Dibujos de Miguel Larrarte. Publicado en el número 12 (diciembre 2019).
Minutos antes de la medianoche del 12 de febrero del año 2005, ardía la Torre Windsor de Madrid. Situada en la zona de AZCA, tenía 106 metros de altura y 32 plantas. El nombre se lo debía a una famosa discoteca que estaba en los bajos del edificio. Meses antes de que terminara calcinada, había comenzado a ser reformada, pero de aquellas obras solo quedó en pie una grúa que estaba montada junto al inmueble. Todo lo relativo al incendio está todavía hoy en día envuelto en una nube de misterio. Casi tres lustros después, aún siguen publicándose de vez en cuando nuevos cables sobre el asunto, algunos bastantes disparatados que incluyen sombras enigmáticas tras las ventanas la noche de autos y espías a sueldo del Gobierno.
Miguel Larrarte no vivía en la zona. Es más, desde que abandonó su San Sebastián natal y se trasladó a la capital, nunca ha residido por allá. Sin embargo, en su exposición Tragedias, que estaba compuesta por cuadros en los que plasmaba desastres naturales o provocados por la mano del hombre, había un imponente cuadro vertical en el que ardía el edificio Windsor. En la actualidad, está situado en su salón, lugar en el que desempeña su trabajo como pintor artístico.
Una tarde calurosa de febrero tomé café con pastas en su casa. Hablamos de lo divino y lo humano. Cada equis minutos, los ojos se me iban a ese mamotreto en llamas, a ese coloso madrileño que se consume en plena noche. Me contaba que, tras el incendio, vio una foto de aquella fatídica jornada y se inspiró. El resultado es impactante.
Arden también, como ardía el Windsor, Los monstruos de Miguel Larrarte, que comenzaron como una necesidad, un desahogo, y se han convertido en el fetiche del artista donostiarra. Los utilizó como su pequeña venganza contra el cruel mundo de la moda, en el que pasó años diseñando y del que, como muchos otros, salió escaldado. Al principio se reía así de lo que hoy definiríamos como el postureo que hay en las bambalinas de ese sector, pero en la actualidad son mucho más. En el universo de Los monstruos de Miguel Larrarte tienen sitio las vírgenes en Semana Santa o los residentes en el portal más conocido de Belén en Navidad.
Estos seres, que no dejan de ser una crítica ácida, provocadora y divertida por parte del autor, se muestran ante el espectador con aire resuelto y despreocupado. Se les ve satisfechos con lo que les ha tocado y parecen ajenos al trasfondo de lo que realmente representan.
A lo largo de su carrera, Miguel Larrarte ha ido presentándose ante el público con diferentes muestras que tocaban temáticas variadas. Ha trabajado con paisajes, retratos u objetos inanimados, pero los monstruos siempre han estado ahí. Ahora pasan a ser el plato principal de su obra y lo hacen con total merecimiento. Son una propuesta refrescante y atrevida. La familia va ir creciendo. Es su hora.
Miguel Larrarte no vivía en la zona. Es más, desde que abandonó su San Sebastián natal y se trasladó a la capital, nunca ha residido por allá. Sin embargo, en su exposición Tragedias, que estaba compuesta por cuadros en los que plasmaba desastres naturales o provocados por la mano del hombre, había un imponente cuadro vertical en el que ardía el edificio Windsor. En la actualidad, está situado en su salón, lugar en el que desempeña su trabajo como pintor artístico.
Una tarde calurosa de febrero tomé café con pastas en su casa. Hablamos de lo divino y lo humano. Cada equis minutos, los ojos se me iban a ese mamotreto en llamas, a ese coloso madrileño que se consume en plena noche. Me contaba que, tras el incendio, vio una foto de aquella fatídica jornada y se inspiró. El resultado es impactante.
Arden también, como ardía el Windsor, Los monstruos de Miguel Larrarte, que comenzaron como una necesidad, un desahogo, y se han convertido en el fetiche del artista donostiarra. Los utilizó como su pequeña venganza contra el cruel mundo de la moda, en el que pasó años diseñando y del que, como muchos otros, salió escaldado. Al principio se reía así de lo que hoy definiríamos como el postureo que hay en las bambalinas de ese sector, pero en la actualidad son mucho más. En el universo de Los monstruos de Miguel Larrarte tienen sitio las vírgenes en Semana Santa o los residentes en el portal más conocido de Belén en Navidad.
Estos seres, que no dejan de ser una crítica ácida, provocadora y divertida por parte del autor, se muestran ante el espectador con aire resuelto y despreocupado. Se les ve satisfechos con lo que les ha tocado y parecen ajenos al trasfondo de lo que realmente representan.
A lo largo de su carrera, Miguel Larrarte ha ido presentándose ante el público con diferentes muestras que tocaban temáticas variadas. Ha trabajado con paisajes, retratos u objetos inanimados, pero los monstruos siempre han estado ahí. Ahora pasan a ser el plato principal de su obra y lo hacen con total merecimiento. Son una propuesta refrescante y atrevida. La familia va ir creciendo. Es su hora.