En proceso de selección: tu empresa no da el perfil
Por Eli Torres. Publicado en el número 7 (junio 2015).
Tengo 28 años. Pero no aparento más de 25. Estar tan cerca de los 30 te hace, en cierto modo, tenerlos. Jamás he tenido un trabajo —más o menos— fijo con su sueldo mensualmente fijo ni con sus vacaciones fijas. Tampoco he estado nunca en el paro. No al menos de la manera en que lo están esos padres de familia que se han pasado toda su vida trabajando. Cada año vivo en una ciudad diferente. A veces sola, otras compartiendo casa. No, no quiero sentar la cabeza. Tampoco es que me dejen. Pero que no, que no quiero comprarme una casa ni un coche ni un marido. Vivo al día. No me interesa acumular cosas. Tampoco un trabajo de ocho horas al día. Aunque no tengo problemas con que sean doce. No si la tarea o el proyecto en cuestión me interesan.
Quiero trabajar, en cierto modo, para mí. No quiero que me traten con aires de superioridad en ningún trabajo. Creo en la colaboración para sacar adelante bonitos e interesantes proyectos. Me gustaría no tener que pedirte dinero, pero necesito pagar las facturas. No me suele gustar la gente trajeada. Debe de ser porque trabajo en pijama. Soy correctora (sí, de esa gente que pone comas de menos y quita comas de más). Y redactora. Trabajo como freelance —o eso intento—. Pero también he fregado platos, repartido pizzas a domicilio, organizado eventos o coordinado grupos de colaboradores. A veces me gusta trabajar con mis manos y no con mi mente. Por eso me encantaría tener un huerto. Hago de todo un poco. También puedo hacer otras tareas aunque aún no haya aprendido a hacerlas. Me encanta leer. Por eso sé tanto de comas. Desde siempre, aprendo con la intuición y la observación. Hablo francés. No saber inglés me aísla de ciertas conversaciones y me pone de mal humor. También me descarta de muchos posibles trabajos. Aunque tampoco es que me sirva de mucho la experiencia que sí tengo en otras áreas. Ya no me levanto tan temprano como cuando aún tenía grandes esperanzas de dedicarme a lo que me gusta. Los días son largos y cortos a la vez. Pero no me he rendido. Todas las palabras de mi currículo no se acercan ni por asomo a captar lo capaz que soy. Tus largos procesos de selección me hastían. Mis e-mails que caen en saco roto están llenos de ganas. Odio el apartado de requisitos que me impones para trabajar contigo. Mi perfil se adapta a tu empresa pero tu empresa no se adapta a mi perfil. Decisión final: rechazada.
Quiero trabajar, en cierto modo, para mí. No quiero que me traten con aires de superioridad en ningún trabajo. Creo en la colaboración para sacar adelante bonitos e interesantes proyectos. Me gustaría no tener que pedirte dinero, pero necesito pagar las facturas. No me suele gustar la gente trajeada. Debe de ser porque trabajo en pijama. Soy correctora (sí, de esa gente que pone comas de menos y quita comas de más). Y redactora. Trabajo como freelance —o eso intento—. Pero también he fregado platos, repartido pizzas a domicilio, organizado eventos o coordinado grupos de colaboradores. A veces me gusta trabajar con mis manos y no con mi mente. Por eso me encantaría tener un huerto. Hago de todo un poco. También puedo hacer otras tareas aunque aún no haya aprendido a hacerlas. Me encanta leer. Por eso sé tanto de comas. Desde siempre, aprendo con la intuición y la observación. Hablo francés. No saber inglés me aísla de ciertas conversaciones y me pone de mal humor. También me descarta de muchos posibles trabajos. Aunque tampoco es que me sirva de mucho la experiencia que sí tengo en otras áreas. Ya no me levanto tan temprano como cuando aún tenía grandes esperanzas de dedicarme a lo que me gusta. Los días son largos y cortos a la vez. Pero no me he rendido. Todas las palabras de mi currículo no se acercan ni por asomo a captar lo capaz que soy. Tus largos procesos de selección me hastían. Mis e-mails que caen en saco roto están llenos de ganas. Odio el apartado de requisitos que me impones para trabajar contigo. Mi perfil se adapta a tu empresa pero tu empresa no se adapta a mi perfil. Decisión final: rechazada.