Desde el parqué de la Bolsa de Madrid
Texto y fotografías por Ivan Castillo Otero. Publicado en el número 4 (septiembre 2014).
A muchos ciudadanos, y con razón, todo lo referente a la información bursátil les suena un poco 666, pero el edificio de la Bolsa de Madrid está abierto una vez a la semana para su visita gratuita. Solo hay que apuntarse en una lista, enviando un correo electrónico o llamando por teléfono al contacto que aparece en su página web (www.bolsamadrid.es).
El edificio de la Bolsa de Madrid tiene su historia detrás, pero antes habría que explicar qué es una bolsa de valores. Estamos ante una organización privada en la que sus miembros dan órdenes y realizan negociaciones de compra y venta de valores. Entre estos se encuentran las acciones (de sociedades o empresas), bonos públicos o privados y otros tipos de productos.
¿De dónde viene el nombre de bolsa? La verdad es que la historia es curiosa. La Bolsa de Ámsterdam está considerada la más antigua del mundo, pero las primeras operaciones se dieron en su vecina Bélgica. En Brujas había un edificio que perteneció a una familia noble de apellido Van Der Buërse, que era en el que se realizaban las reuniones mercantiles. De ahí el origen del término bolsa.
Llegados a este punto, estamos en disposición de comenzar esta visita por el edificio de la Bolsa de Madrid. Vayamos del exterior al interior. La fachada principal, que se encuentra en la plaza de la Lealtad, tiene seis grandes columnas con capiteles de estilo corintio. En el friso se lee “Bosa de Madrid” y encima de este está el reloj y cuatro relieves con medallones que representan la industria, el comercio, la agricultura y la navegación.
La primera estancia de la que vamos a hablar es el Salón de los Pasos Perdidos. Es un nombre que se puso de actualidad, puesto que el Congreso de los Diputados también tiene uno que se llama igual y fue en el que reposaron hace unos meses los restos mortales del presidente Adolfo Suárez. Esta denominación viene de la época en la que se mantenían numerosas reuniones cuando la contratación de valores aún se hacía de viva voz. En aquel entonces, el suelo estaba cubierto con una gruesa alfombra que amortiguaba los pasos de la gente. Aquí también encontramos motivos ornamentales que hacen referencia a la industria, el mar o la fortuna. Se mantienen en una de las vidrieras las marcas de varios disparos que se produjeron durante la Guerra Civil española. A través del Salón de los Pasos Perdidos podemos entrar al Saloncito de fumadores. Aquí se realizaban algunas reuniones más privadas y, cuando aún se permitía fumar dentro de los edificios, se formaba una nube de humo que no dejaba ver demasiado a través de los cristales. Resaltan los dos retratos de Alfonso XIII que presiden este lugar y la pintura de Mercurio, patrón de la bolsa, realizada por Luis Taverner en el techo. En el suelo aún están las marcas de los cigarros apagados.
Caminamos un poco y acedemos al llamado Salón de cotizar. Hasta el verano de 1989 aún estaba en uso. Aquí se reunían los agentes de cambio y bolsa al finalizar las sesiones para proceder al cierre con la elaboración del acta oficial que se facilitaba a los medios de comunicación. Todo el mobiliario lleva allí desde la inauguración del edificio de la Bolsa de Madrid. En las paredes encontramos los retratos de las personas que han ido presidiendo la institución y el del rey Juan Carlos I. Cada vez que hay un cambio de dirigente, se coloca el cuadro de la persona saliente y se quita el más longevo, puesto que ya no entran en el salón. Este es ofrecido a la familia del antiguo presidente o se guarda en el palacio. La pintura del techo está realizada por Luis Taverner, al igual que la del Saloncito de los fumadores.
Tras un paseo por la galería de los fisgones, que está en un alto rodeando la nave principal y es desde donde las personas observaban lo que ocurría abajó, accedemos al plato principal: el parqué. Hasta la aplicación de la Ley de Mercado de Valores de 1988, los agentes de cambio y bolsa, las entidades financieras y los inversores realizaban desde ahí la contratación de valores de viva voz. Los gritos que se daban desde la superficie vallada del centro eran “tomo” (compro), “doy” (vendo) y “vale” (hecho). Se trabajaba en los llamados corros, formados por personas de un sector de valores concretos, y tenían una duración de diez minutos. El comienzo y el final se anunciaban mediante el sonido de una campana y el tiempo se contralaba con el reloj de tres esferas situado en la parte alta de una columna. Este es una réplica del que hay en la Bolsa de Ámsterdam.
Si miramos hacia arriba desde el parqué, se ven en el anillo inferior al techo de vidrio los escudos y nombres de los países con los que España tenía una mayor relación comercial en el año 1893. Encima de estos están los de algunas provincias españolas con unos bolsos dorados, procedentes del escudo de la familia Van der Buërse. Llama la atención que entre las representaciones que realizó Luis Taverner de las provincias españolas económicamente prósperas se encuentren Cuba y Filipinas. Cabe recordar que hasta el año 1898 fueron colonias de España.
La primera ciudad que introdujo el parqué como tarima fue París; a partir de ahí el resto copiaron a la capital francesa. En el madrileño aún pululan algunos señores cerca de la jubilación que están contratados por empresas para que les informen de cómo va el mercado y den un telefonazo si hay algún susto serio. Le dan un toque de nostalgia a un edificio algo infrautilizado en lo que a lo bursátil se refiere. Son hombres simpáticos que no dudan en explicar cualquier cosa al visitante y están encantados de resolver dudas. Una especie en peligro de extinción que se ha convertido en el atrezo de la Bolsa de Madrid.
El edificio de la Bolsa de Madrid tiene su historia detrás, pero antes habría que explicar qué es una bolsa de valores. Estamos ante una organización privada en la que sus miembros dan órdenes y realizan negociaciones de compra y venta de valores. Entre estos se encuentran las acciones (de sociedades o empresas), bonos públicos o privados y otros tipos de productos.
¿De dónde viene el nombre de bolsa? La verdad es que la historia es curiosa. La Bolsa de Ámsterdam está considerada la más antigua del mundo, pero las primeras operaciones se dieron en su vecina Bélgica. En Brujas había un edificio que perteneció a una familia noble de apellido Van Der Buërse, que era en el que se realizaban las reuniones mercantiles. De ahí el origen del término bolsa.
Llegados a este punto, estamos en disposición de comenzar esta visita por el edificio de la Bolsa de Madrid. Vayamos del exterior al interior. La fachada principal, que se encuentra en la plaza de la Lealtad, tiene seis grandes columnas con capiteles de estilo corintio. En el friso se lee “Bosa de Madrid” y encima de este está el reloj y cuatro relieves con medallones que representan la industria, el comercio, la agricultura y la navegación.
La primera estancia de la que vamos a hablar es el Salón de los Pasos Perdidos. Es un nombre que se puso de actualidad, puesto que el Congreso de los Diputados también tiene uno que se llama igual y fue en el que reposaron hace unos meses los restos mortales del presidente Adolfo Suárez. Esta denominación viene de la época en la que se mantenían numerosas reuniones cuando la contratación de valores aún se hacía de viva voz. En aquel entonces, el suelo estaba cubierto con una gruesa alfombra que amortiguaba los pasos de la gente. Aquí también encontramos motivos ornamentales que hacen referencia a la industria, el mar o la fortuna. Se mantienen en una de las vidrieras las marcas de varios disparos que se produjeron durante la Guerra Civil española. A través del Salón de los Pasos Perdidos podemos entrar al Saloncito de fumadores. Aquí se realizaban algunas reuniones más privadas y, cuando aún se permitía fumar dentro de los edificios, se formaba una nube de humo que no dejaba ver demasiado a través de los cristales. Resaltan los dos retratos de Alfonso XIII que presiden este lugar y la pintura de Mercurio, patrón de la bolsa, realizada por Luis Taverner en el techo. En el suelo aún están las marcas de los cigarros apagados.
Caminamos un poco y acedemos al llamado Salón de cotizar. Hasta el verano de 1989 aún estaba en uso. Aquí se reunían los agentes de cambio y bolsa al finalizar las sesiones para proceder al cierre con la elaboración del acta oficial que se facilitaba a los medios de comunicación. Todo el mobiliario lleva allí desde la inauguración del edificio de la Bolsa de Madrid. En las paredes encontramos los retratos de las personas que han ido presidiendo la institución y el del rey Juan Carlos I. Cada vez que hay un cambio de dirigente, se coloca el cuadro de la persona saliente y se quita el más longevo, puesto que ya no entran en el salón. Este es ofrecido a la familia del antiguo presidente o se guarda en el palacio. La pintura del techo está realizada por Luis Taverner, al igual que la del Saloncito de los fumadores.
Tras un paseo por la galería de los fisgones, que está en un alto rodeando la nave principal y es desde donde las personas observaban lo que ocurría abajó, accedemos al plato principal: el parqué. Hasta la aplicación de la Ley de Mercado de Valores de 1988, los agentes de cambio y bolsa, las entidades financieras y los inversores realizaban desde ahí la contratación de valores de viva voz. Los gritos que se daban desde la superficie vallada del centro eran “tomo” (compro), “doy” (vendo) y “vale” (hecho). Se trabajaba en los llamados corros, formados por personas de un sector de valores concretos, y tenían una duración de diez minutos. El comienzo y el final se anunciaban mediante el sonido de una campana y el tiempo se contralaba con el reloj de tres esferas situado en la parte alta de una columna. Este es una réplica del que hay en la Bolsa de Ámsterdam.
Si miramos hacia arriba desde el parqué, se ven en el anillo inferior al techo de vidrio los escudos y nombres de los países con los que España tenía una mayor relación comercial en el año 1893. Encima de estos están los de algunas provincias españolas con unos bolsos dorados, procedentes del escudo de la familia Van der Buërse. Llama la atención que entre las representaciones que realizó Luis Taverner de las provincias españolas económicamente prósperas se encuentren Cuba y Filipinas. Cabe recordar que hasta el año 1898 fueron colonias de España.
La primera ciudad que introdujo el parqué como tarima fue París; a partir de ahí el resto copiaron a la capital francesa. En el madrileño aún pululan algunos señores cerca de la jubilación que están contratados por empresas para que les informen de cómo va el mercado y den un telefonazo si hay algún susto serio. Le dan un toque de nostalgia a un edificio algo infrautilizado en lo que a lo bursátil se refiere. Son hombres simpáticos que no dudan en explicar cualquier cosa al visitante y están encantados de resolver dudas. Una especie en peligro de extinción que se ha convertido en el atrezo de la Bolsa de Madrid.